Uno de los temas más complicados y que más debate ha causado a lo largo de la historia, ha sido el concepto del mal. Explicado y justificado por las religiones con la figura del demonio, por la filosofía a través de los opuestos, por la psicología con la existencia del Ello, por las ciencias humanas por medio de las condiciones sociales, etc. El mal es algo que todo buscador de la verdad alguna vez se planteó, y muchas veces fue un obstáculo al no encontrar una respuesta a sus preguntas y dudas. ¿Qué es el mal? ¿Cómo es permitido por el creador? ¿Cuál es su propósito en la creación? y cientos de preguntas más sin respuesta satisfactoria. Comprender el mal es casi tan imposible como comprender realmente en toda su naturaleza, al “Do”, la creación y su propósito final. Pero hay dentro de lo posible en esta dimensión tridimensional y subjetiva que habitamos, una explicación que puede acercarse un poco al concepto verdadero de la existencia del mal, pero para ello tenemos que adentrarnos en los terrenos de la realidad general y sus leyes y mecánica. No es nada fácil abordar estos temas de una manera clara y completa, sepan que todo lo aquí expuesto es sólo como introducción y guía para que ustedes comprendan el concepto y no refleja la verdad absoluta, sólo marca el camino hacia la comprensión que tendrán que encontrar ustedes en su interior, en el espacio adimensional de su “ser”, donde se encuentra toda la información holocuántica de la creación.
Lo primero que tienen que tener bien claro es la diferencia entre unidad de carbono y “ser”. Resumiendo esto en un concepto que lo abarque y explique correctamente, sería que la unidad de carbono es el medio tridimensional por el cual el “ser” adimensional se conecta a esta realidad. Y recalco “se conecta”, porque el “ser” no se encuentra en esta dimensión. La unidad de carbono es una máquina cuya base de construcción es el carbono (C), porque es el elemento más propicio para contener la luz condensada que lo compone holocuánticamente en este planeta. Esto no quiere decir que toda la realidad subjetiva sea construida a base de carbono, pues esto depende más de la vibración (frecuencia) del medio, que del elemento en sí. Usted no construye un barco de papel porque el agua lo destruiría, ni tampoco de hormigón, porque su peso lo hundiría. El “ser” es adimensional y su base de construcción es el quinto elemento, la luz en su estado primogénito, o sea vril. Este fue el resultado del segundo choque consciente necesario de la primera octava de creación del “Do”. Nosotros somos el “ser” manifestado en esta realidad a través de la unidad de carbono humano. Como el “ser” es propiedad del “Do” por haberlo creado, la unidad de carbono es propiedad del demiurgo por la misma causa; como también la realidad subjetiva junto con el demiurgo, es propiedad del Demiurgo por ser su creador. Ahora bien, esta supuesta cadena de propiedad y propietarios sólo es valedera en esta realidad, pues en la realidad general el concepto de propiedad como tal no existe, porque no se puede ser propietario de algo que no se tiene. Así como la unidad de carbono se alimenta de comida, aire y emociones (sensaciones), que son energías en distintos estados, el demiurgo y Demiurgo también se alimentan de otras diferentes. Todo es alimento de otra cosa. George Gurdjieff decía que éramos alimento de la luna, pues la luna representa en cierta forma al demiurgo y, tomando la recomendación de facedo, “los oscuros” con todos sus círculos de poder incluidos.
El alimento de los oscuros es el miedo, pero no cualquier miedo, sino el producido por un acto consciente, y ahí radica el secreto del mal. El miedo en su estado original es el producto del procesamiento de energías del centro instintivo, cuya función es la producción de adrenalina y otras sustancias que preparan el estado físico ideal de alerta (dilatación de pupilas, tensión muscular, aumento de la presión sanguínea, agudeza de los sentidos, etc.) ante un acontecimiento natural, que atente sobre la vida o seguridad de la unidad de carbono humano como animal, necesario para su continuidad como especie (instinto de supervivencia). Esta clase de miedo no sirve como alimento porque es energía consumida por nosotros mismos para retroalimentar la reacción instintiva, por eso es necesario el producto de una energía diferente que la que produce el centro instintivo, y ésta se logra por el procesamiento de la energía del acto del mal, por el centro emocional e intelectual, funcionando en remplazo del instintivo. La forma de lograrlo es a través de la acción del mal. El mal no es una energía en sí, el mal es un acto consciente que atenta sobre la seguridad física o psíquica de la unidad de carbono y su entorno, de forma antinatural o premeditada. La energía del mal es la energía del acto mismo de lastimar o producir un daño o peligro.
Para ver la diferencia entre una y otra clase de miedo, primero tomemos como ejemplo la fuerza de la naturaleza, ésta puede llevarse cientos de vidas y ocasionar gran destrucción, pero por eso no es buena ni mala, sólo es, lo malo son las consecuencias posteriores de la acción. En este caso el miedo es producto del centro instintivo y es usado en el momento del suceso para tratar de sobrevivir, el sufrimiento posterior por las pérdidas físicas y materiales es producto del centro emocional, y usado luego por el intelectual para procesar la pérdida, apoyado por el centro espiritual a través de la fe, para sobreponerse al acontecimiento. No hay en este caso desperdicio de energía alguna como para ser consumida por nadie ni nada más que usted. En el caso del acto del mal, por ejemplo el sometimiento psíquico, la inseguridad, violencia, guerras, manipulación, y todo aquello que se le ocurra como mal, la energía es procesada por el centro emocional e intelectual, y su producto el miedo (temor arraigado), no es usado inmediatamente como en el primer caso, siendo una energía de producción continua por el estado antinatural de temor, y estando imbuida de cantidad de emociones y pensamientos secundarios producto del centro emocional y del centro intelectual procesando lo indebido, y como no es usada automáticamente en el momento que se produce, es expulsada hacia el exterior en forma de estados de ansiedad, pánico, depresión, violencia, etc. y consumida por el demiurgo y los oscuros como alimento emocional de desperdicio.
Este tipo de miedo también cumple una función secundaria pero no por ello menos importante, y es el de bajar el nivel vibracional y obtener las condiciones óptimas para la manipulación y sometimiento. Como la unidad de carbono es propiedad del demiurgo, y el mal sólo la afecta a ella, pues el “ser” está exento de agresión por ser adimensional y no estar en la materia, no comete ninguna violación de propiedad; y ahora surge la pregunta del millón, ¿Por qué el “Do” es tan permisivo con el demiurgo y los oscuros? y la respuesta es otra pregunta, ¿Por qué usted es tan permisivo con usted? Para responder esta pregunta que se esconde dentro de la respuesta hay que adentrarse mucho más profundo en los territorios de la realidad general, ahí donde los opuestos no existen y cualquier acto es nada más que eso, sólo un acto, sin que la acción sea predeterminada para un fin o una determinada reacción. En esa dimensión el mal no existe como tal, porque el “Do” no es consciente del sufrimiento y existencia de la unidad de carbono, así como usted no es consciente del sufrimiento de la célula del músculo de la pierna cuando corre, o la del pulmón cuando fuma. El “Do” es consciente sólo de todo lo que le pase a su “ser” porque le pertenece, y no de lo que le pase a su ego o personalidad. Cuando usted logre ser consciente del “ser”, y saber y sentir que usted es el “ser”, el “Do” será consciente de usted como unidad de carbono y no permitirá que sea lastimado a través del miedo producido por el mal, porque ahora le pertenece enteramente a él y no al demiurgo o al Demiurgo, porque usted lo buscó y lo eligió. Esto no tiene nada que ver con la religión, con dios y el diablo, con cielo o infierno ni nada que se le asemeje. Esto tiene que ver con libre albedrío, que recién en ese momento se manifiesta, antes no existe por más que le digan que sí, y por ese lado viene el concepto de “cosecha” y la tercera alternativa que veremos más adelante. Por ahora quedémonos pensando en el mal y el miedo y quizás descubramos la forma de no alimentar más a los oscuros para que dejen de crecer en nuestro interior y en nuestro exterior.
El alimento de los oscuros es el miedo, pero no cualquier miedo, sino el producido por un acto consciente, y ahí radica el secreto del mal. El miedo en su estado original es el producto del procesamiento de energías del centro instintivo, cuya función es la producción de adrenalina y otras sustancias que preparan el estado físico ideal de alerta (dilatación de pupilas, tensión muscular, aumento de la presión sanguínea, agudeza de los sentidos, etc.) ante un acontecimiento natural, que atente sobre la vida o seguridad de la unidad de carbono humano como animal, necesario para su continuidad como especie (instinto de supervivencia). Esta clase de miedo no sirve como alimento porque es energía consumida por nosotros mismos para retroalimentar la reacción instintiva, por eso es necesario el producto de una energía diferente que la que produce el centro instintivo, y ésta se logra por el procesamiento de la energía del acto del mal, por el centro emocional e intelectual, funcionando en remplazo del instintivo. La forma de lograrlo es a través de la acción del mal. El mal no es una energía en sí, el mal es un acto consciente que atenta sobre la seguridad física o psíquica de la unidad de carbono y su entorno, de forma antinatural o premeditada. La energía del mal es la energía del acto mismo de lastimar o producir un daño o peligro.
Para ver la diferencia entre una y otra clase de miedo, primero tomemos como ejemplo la fuerza de la naturaleza, ésta puede llevarse cientos de vidas y ocasionar gran destrucción, pero por eso no es buena ni mala, sólo es, lo malo son las consecuencias posteriores de la acción. En este caso el miedo es producto del centro instintivo y es usado en el momento del suceso para tratar de sobrevivir, el sufrimiento posterior por las pérdidas físicas y materiales es producto del centro emocional, y usado luego por el intelectual para procesar la pérdida, apoyado por el centro espiritual a través de la fe, para sobreponerse al acontecimiento. No hay en este caso desperdicio de energía alguna como para ser consumida por nadie ni nada más que usted. En el caso del acto del mal, por ejemplo el sometimiento psíquico, la inseguridad, violencia, guerras, manipulación, y todo aquello que se le ocurra como mal, la energía es procesada por el centro emocional e intelectual, y su producto el miedo (temor arraigado), no es usado inmediatamente como en el primer caso, siendo una energía de producción continua por el estado antinatural de temor, y estando imbuida de cantidad de emociones y pensamientos secundarios producto del centro emocional y del centro intelectual procesando lo indebido, y como no es usada automáticamente en el momento que se produce, es expulsada hacia el exterior en forma de estados de ansiedad, pánico, depresión, violencia, etc. y consumida por el demiurgo y los oscuros como alimento emocional de desperdicio.
Este tipo de miedo también cumple una función secundaria pero no por ello menos importante, y es el de bajar el nivel vibracional y obtener las condiciones óptimas para la manipulación y sometimiento. Como la unidad de carbono es propiedad del demiurgo, y el mal sólo la afecta a ella, pues el “ser” está exento de agresión por ser adimensional y no estar en la materia, no comete ninguna violación de propiedad; y ahora surge la pregunta del millón, ¿Por qué el “Do” es tan permisivo con el demiurgo y los oscuros? y la respuesta es otra pregunta, ¿Por qué usted es tan permisivo con usted? Para responder esta pregunta que se esconde dentro de la respuesta hay que adentrarse mucho más profundo en los territorios de la realidad general, ahí donde los opuestos no existen y cualquier acto es nada más que eso, sólo un acto, sin que la acción sea predeterminada para un fin o una determinada reacción. En esa dimensión el mal no existe como tal, porque el “Do” no es consciente del sufrimiento y existencia de la unidad de carbono, así como usted no es consciente del sufrimiento de la célula del músculo de la pierna cuando corre, o la del pulmón cuando fuma. El “Do” es consciente sólo de todo lo que le pase a su “ser” porque le pertenece, y no de lo que le pase a su ego o personalidad. Cuando usted logre ser consciente del “ser”, y saber y sentir que usted es el “ser”, el “Do” será consciente de usted como unidad de carbono y no permitirá que sea lastimado a través del miedo producido por el mal, porque ahora le pertenece enteramente a él y no al demiurgo o al Demiurgo, porque usted lo buscó y lo eligió. Esto no tiene nada que ver con la religión, con dios y el diablo, con cielo o infierno ni nada que se le asemeje. Esto tiene que ver con libre albedrío, que recién en ese momento se manifiesta, antes no existe por más que le digan que sí, y por ese lado viene el concepto de “cosecha” y la tercera alternativa que veremos más adelante. Por ahora quedémonos pensando en el mal y el miedo y quizás descubramos la forma de no alimentar más a los oscuros para que dejen de crecer en nuestro interior y en nuestro exterior.
No podemos por el momento deshacernos del mal, pero si podemos deshacernos del miedo no procesando la energía del acto del mal. No temer es una forma de no alimentar a quienes no queremos alimentar, pero ¿cómo lograrlo si la realidad funciona a base del miedo impulsado por el mal?, y ese es el error, creer que es así en definitiva logra que sea así. La realidad funciona en base al amor, sin él la realidad subjetiva del Demiurgo no podría existir, el mal es sólo un acto para lograr un fin, el miedo, si el fin no se logra el acto desaparece, pues ya no tiene sentido. Pero para eso tienen que librar la primera y más importante batalla, la batalla con ustedes mismos, con sus miedos, con su ego, con su demiurgo interior, para ser los proyectores holocuánticos de una realidad nueva, verdadera, libre y justa, desprovista para siempre del mal y del miedo. Para esto tenemos una ventaja que nadie nos dijo, y es que somos como unidad de carbono propiedad del demiurgo, pero también del Demiurgo que nos contiene, por consiguiente darle primero de comer a él no viola ninguna ley de propiedad que nos detenga, pero eso es otra historia con otro final, en la que nos adentraremos en otro momento, cuando hayan descubierto su demiurgo interior que los esclaviza.
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