Servidores públicos
Es curioso como el pueblo suele ver a sus gobernantes, reyes, presidentes, políticos, alcaldes y concejales, como si fueran alguien por encima de los demás, como una casta de mandatarios que, por ostentar el poder, les rinde fascinación y pleitesía. Es curioso que, aunque en el fondo dudemos de su honestidad y honradez, criticándolos llegado el caso, una gran mayoría los trata con servilismo y admiración, con una especie de vasallaje propio de la inconsciencia del rebaño que mira a su pastor. Para comprobarlo, basta verlos aparecer en actos públicos, pasear en sus autos por las ciudades o cuando entran a alguna recepción.
Es difícil cambiar la forma en que vemos a nuestros gobernantes, pues una gran parte de la sociedad se encuentra influenciada y mediatizada por la cultura del poder. Nos enseñaron a ambicionar el poder como la forma de obtener lo que deseas, nos educaron en el consumismo desmedido para satisfacer nuestras necesidades, fuimos creciendo en el mercantilismo donde todo se compra y se vende, y nos ganamos la vida consiguiendo dinero como forma de poder para hacer posible nuestros sueños.
Una sociedad así no puede sino generar personas ambiciosas, ególatras, codiciosas, competitivas sin escrúpulos, idiotizadas por el poder e insensibles al sufrimiento ajeno. Si esto ocurre en cualquier ámbito de actividad, nuestros políticos y gobernantes no podrían ser menos y por eso tenemos lo que tenemos, con el agravante de que a mayor poder se posea mayor puede ser el grado de corrupción moral y espiritual.
Cualquier político o gobernante, por definición, es un servidor público, pues el fin mismo de la política es servir al pueblo. Es alguien que gestiona, https://detrasdeloaparente.com/wp-content/uploads/2011/02/La2BmanipulaciC3B3n-1-1.jpgistra y toma decisiones sobre los recursos del pueblo, por lo tanto son nuestros representantes en aras del bien común. Nosotros les votamos, nosotros les elegimos y nosotros les pagamos, por lo tanto somos nosotros quienes debemos decidir sobre su continuidad o si son despedidos del cargo y la tarea de representarnos, pero no dentro de cuatro años cuando toque una nueva elección, sino en el momento del incumplimiento y por demanda del pueblo.
Siendo un servidor público, cualquier político debe de ser alguien que está en la política por vocación de servir a los demás, por encima del prestigio y ambiciones personales; y siendo un representante de la voluntad del pueblo, se debe a una conducta intachable y a una ética rigurosa. Esto quiere decir que debe vivir en las mismas condiciones que cualquiera, con el mismo sueldo, con la misma jubilación, con la misma seguridad social y con la misma educación para sus hijos, etc, pues es viviendo como vive el pueblo que entenderá sus necesidades y podrá acometer las reformas para el bien común.
Un político, un servidor público, no puede vivir a espaldas del pueblo, y la mejor manera de ayudar a los demás, de comprender sus problemas, es viviendo como ellos, no con prebendas, medios y emolumentos de una clase privilegiada. De esta manera saldría de la política tanto trepa y corrupto para dejar de convertir la política en un negocio donde enriquecerse a costa de lo público.
Un gobierno en realidad es el conductor que vela y guía por los intereses del pueblo, esa es su máxima responsabilidad y a ello se debe, cumpliendo con el programa o proyecto político previamente establecido e informado, que es al que en verdad debe votar el pueblo como contrato y compromiso que ambos acuerdan cumplir: el pueblo en elegir el proyecto que le parece mejor, y el gobierno en aceptar el compromiso y ejecutar su cumplimiento.
Aunque, claro, tal vez nos iría mejor al pueblo si dejáramos de quejarnos tanto y criticar sin hacer nada, si empezáramos a demandar una verdadera política que sirva a los Humanos, que dejemos de ser sus ovejas obedientes y exijamos dignidad.
Ángel .º.