Santo Padre, perdóname porque he pecado. He sido soberbio al creer que soy igual a los poderosos, que mis derechos tienen que ser respetados, y mis sufrimientos escuchados.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. He creído injustamente que tú, sentado en el glorioso trono de oro y plata, que representa el poder de tu iglesia y el título de Papa, que te distingue como representante divino, tendrías tiempo para mi dolor y mis lágrimas.
Santo Padre perdóname porque he pecado. Osé desear ser libre en contra de tu voluntad sabia y justa, creyendo que todos somos iguales ante la mirada de Dios.
Santo Padre perdóname porque he pecado. He dudado de mi fe hacia ti, santo representante del señor, creyendo equívocamente que mi fe era hacia el creador.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. Pensando que todo tu oro era para darle de comer a los necesitados, curar a los enfermos, y sanar las heridas de la carne y el espíritu.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. Dudando de la inquisición, la evangelización de los salvajes, el apoyo a los dictadores y genocidas, tu participación en el holocausto y por haber bendecido las armas que en cada guerra mataron a los que debían, infieles seguidores de la razón y la libertad.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. Queriendo que los niños no sufran, que el hambre no exista, que las familias no se destruyan, que la juventud no se pierda en el alcohol, el sexo y las drogas, dudando de tu gran bondad y sabiduría al no intervenir en su camino.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. He sido egoísta contigo, al no darte el diezmo en las misas, por dárselo a los sucios pecadores, locos e indigentes que se juntan en la puerta de tus iglesias, pidiendo un pedazo de pan que no se merecen.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. Por tratar de comprender al prójimo, tratando de amarlo como a mí mismo, cuando debiera amarte a ti ante todo, porque eres la piedra de la iglesia y mi representante ante Dios.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. Creyendo que la tierra era de todos, que tenía derecho a una vivienda, a la educación y la salud por solo haber nacido en este mundo, olvidándome que te pertenece y que yo no soy digno de ello.
Santo Padre, perdóname porque he pecado. Condenando la pedofilia, soberbia e indiferencia de tus representantes, cuando tú no la condenas por tu gran amor y comprensión hacia los hábitos y la castidad.
Santo padre, perdóname porque he pecado. Dudé de ti y de tu iglesia, creyendo que tus bancos, compañías e instituciones solo eran un negocio para engordar el bolsillo y el ego de sus miembros a costa de venderles la fe a tus feligreses, a través del miedo al infierno, con promesas de salvación eterna.
Santo padre, hoy me confieso pecador y pido tu perdón y mi penitencia, para limpiar mi alma ante tus ojos que son los ojos del señor, para nunca más dudar de tu glorioso reino púrpura y escarlata, los colores de la sangre de nuestro señor, muerto y crucificado. Amén.