Reconozco que una de las trampas más grandes de la consciencia está en su misma naturaleza esférica. El concepto de esfera es una idea netamente tridimensional, y en estos asuntos de energías no es lo ideal acotarse sólo a esta realidad, pues no podemos evitar pensar y asociar una esfera a una forma mental euclidiana determinada, la de un balón, que es lo más cercano que tenemos para simbolizar su estructura y propiedades, pero la esfera realmente representa la proyección de un cuerpo mucho más complejo, conocido comúnmente como hiperesfera o n-esfera. En matemática, una n-esfera o hiperesfera es la generalización de la «esfera» a un espacio euclídeo Rn+1 de dimensión arbitraria. En otras palabras, la n-esfera es una hipersuperficie del espacio euclídeo , conocida generalmente como Sn. La esfera 3D está compuesta por dos hemisferios o semiesferas 2D idénticas, unidas por su diámetro que es un circulo 1D de radio (x). Intentaremos en este trabajo, sumergirnos en el universo hiperesférico de nuestra consciencia, donde se esconde la trialidad y se manifiesta la dualidad de esta existencia.
Una esfera tetradimensional (imagen) es muy similar en su geometría a un Torus pentadimensional, donde lo interior y lo exterior se mezclan en una danza de movimiento donde las energías fluyen en su propio espacio matricial. En su momento dije que la esfera de consciencia siempre tiene dos (2) dimensiones más que la realidad en la que se manifiesta, o sea que en la realidad subjetiva tridimensional la esfera de consciencia es pentadimensional, tres (3) dimensiones de nuestra realidad, y dos (2) correspondientes a las inmediatas superiores. Ahora acotaremos esta definición a cuatro dimensiones para poder explicar su funcionamiento en tres. Posicionados en esa dimensión directamente superior, veremos la esfera en su totalidad en 3D y no en 2D como la percibimos en este espacio matricial 4×4. Desde esa perspectiva la esfera es realmente una esfera, viendo sus tres dimensiones de forma simultánea, su diámetro, un circulo de xº grados y una dimensión, será percibido como una media esfera de 2D, cuya cara plana podrá estar formada, según la geometría euclidiana por 360º grados que representan su circunferencia. Si de cada grado parte una línea, supuestamente recta en 1D, éstas confluirán en un punto 0º en la cara opuesta de la media esfera en 2D. De esta manera tenemos 360 partes de una media esfera, que mirada desde 4D serían 360 partes de una esfera en 3D, 360º grados de arco de un espacio matricial 4×4 real donde la dimensión directamente superior en que nos encontramos se percibe como tiempo. El movimiento de esos 360º grados desde nuestro punto de observación 4D (360 circulos), sería también percibido como tiempo, por deducción el común denominador de todo espacio matricial, es el tiempo, pero el tiempo real, el tetradimensional 13:20 descrito en el artículo espacio vs tiempo.
Vista la geometría de la esfera desde la tetra esfera, veamos ahora la matemática que relaciona ésta con la dualidad. Como el común denominador en todos los espacios matriciales es el tiempo, y éste forma parte indefectiblemente de nuestra existencia, tomaremos como constante de las octavas cortas, el año lunar y su ciclo de 28 días. Si tomamos las 360 partes del círculo 2D y lo dividimos por los 28 días lunares, nos dará: 360/28=12,85714285714286 observarán que se respetan las triadas de la secuencia de las octavas en 3D 142857 pero en distinto orden, siendo los decimales la secuencia, y el entero en este caso, las notas de la dodecava en nuestro particular EMmental que contiene a la esfera. Este proceso se repite en la otra semiesfera, (secuencia en verde) dando una imagen fantasma de otras 12 notas o segunda octava, una octava desdoblada de la esfera de consciencia producto del choque del paso de 5D original a 3D ilusoria y subjetiva, de esta forma tenemos una octava de 24 notas o dos dodecavas trabajando en tándem, una para un lado del péndulo, y otra para otro, dando sustento a la dualidad de los opuestos de esta realidad. Estas dos octavas están ancladas o conectadas entre sí por los números primos (2) y (5) y conectada a esta realidad por el común denominador o divisor, el (1). Los dos lados del péndulo en nuestra propia esfera, balanceándose entre los opuestos (1/2=0,5) y (1/5=0,2), un número primo contiene al otro en su decimal, logrando el movimiento continuo entre ángeles y demonios, (1/0,5=2) la cruz, y (1/0,2=5) el pentagrama.
NOTA
Este acotado desarrollo es una incompleta aproximación a la realidad. La naturaleza multidimensional e intangible de la trialidad, impide cualquier exposición completa y exacta de su verdadero funcionamiento.