Cada tanto es necesario aclarar conceptos que por “interpretaciones personales” se van degradando y contaminando hasta convertirse en algo completamente diferente a lo que realmente representan. He visto con la facilidad que estos conceptos se degradan, primero con las interpretaciones y asociaciones de las runas particulares, y luego viendo como la ignorancia hace el resto al seguir ese concepto erróneo por muchos otros que lo asocian a su particular interpretación. Recomiendo la lectura o relectura de todos los artículos “Corrigiendo Conceptos” (CC) anteriores con cierta periodicidad, hasta grabar sus runas y no volver a repetir una y otra vez los mismos errores de interpretación.
Hoy dedicaré totalmente este CC a un concepto muy utilizado en este espacio, que es el de “volver a casa”, si bien lo utilizo con frecuencia, creo que cada uno lo interpreta diferente. No me gusta utilizar la palabra “muerte”, está asociada al fin de la vida, cosa completamente errónea, ya que la vida no termina. La muerte es el cierre de una octava corta lenta que es nuestra existencia, por eso me gusta llamar a ese cierre “partida”, lugar de donde se comienza un recorrido, pues es el comienzo de otra octava corta lenta en otro espacio matricial diferente, recorriendo un camino de regreso a casa o camino hacia nuestro hogar de pertenencia. Esto no implica que cuando lleguemos perderemos la individualidad fundiéndonos con el DO o la Fuente, eso también es una ilusión que nos han implantado, pues si bien la proyección se inicia en el DO, y somos parte de él por formar parte de esa proyección, somos “consciencias individuales” que forman la “vida consciente de la creación” (del DO). Todo es consciencia y energía. Es como si fuéramos un compuesto formado por elementos individuales, juntos formamos el compuesto (DO/Padre), pero separados somos el elemento (SER/Hijo). De la misma manera en un estrato inferior, como particularidades también somos un compuesto formado por nuestra proyección individual (Yoes) siendo el Ser el padre y el ego el hijo.
Fundirse con el padre es ser lo que verdaderamente somos, es ser nosotros en su totalidad, pues dejamos de ser Yoes egoicos fragmentados, para convertirnos en Seres únicos fusionados (unificados). La fisión de la personalidad virtual tiende a la inconsciencia, y la fusión a la consciencia, pues al unificar a los hijos (egos), se cristaliza en el padre (Ser) la unificación de Yoes como espíritu en el centro de la esfera de consciencia. Volver a casa es volver a nuestro origen, es volver a ser nosotros, es regresar a ese momento del espacio donde todo estaba unificado y sin fragmentar, pues estaba en estado de vacuidad, donde todas las proyecciones estaban unificadas y por consiguiente éramos “vida consciente de la creación”, elementos individuales pero unidos en una sola intención y propósito, el de existir.
Volver a casa tiene que ver con la pertenencia, con la seguridad del vientre materno, con la paz que nos da finalizar una tarea bien hecha. Volver a casa es rencuentro con hermanos, es descanso con los nuestros, es contar historias pasadas frente al fuego, es escuchar historias pasadas frente a otros, es dar y recibir sin intereses o conveniencias, es AMAR y ser AMADO, es ser verdaderamente Humano. No hace falta partir para volver a casa, sólo hace falta recordar que no somos esos hijos pródigos (egos) que sólo reaccionan o se perdonan a si mismos según su conveniencia, sino que somos la misma vida consciente de la creación que contiene tanto al padre como al hijo, por eso no puede perdonarse el hijo desde el hijo, sino desde el padre. El primer acto consciente del perdón, es donde comenzamos el camino de regreso a casa y no puede ejecutarse desde el hijo (ego) sino desde el padre (Ser).
En el momento de la partida, el padre perdona automáticamente al hijo, pues ya fuera de toda investidura el hijo no tiene razón de ser y solo el padre queda, pues es la esencia misma de la creación, la vida consciente que se proyecta a una nueva octava corta lenta que la acerque más al Padre. Hoy muera como hijo, y renazca como padre, porque no hay mayor alegría que recibirse a sí mismo después de haberse perdido.