Silencio por favor
No hace falta decir que estamos cotidianamente viviendo en permanente ruido, no sólo el externo, con la invasión de elementos sonoros que nos llega, sino interno, con el continuo bullir de nuestros pensamientos.
Nuestra mente no deja de recibir constantemente sonidos, que impactan y dejan su huella en nosotros en una alocada tropelía de bullicio sin clasificar. Nuestra atención va y viene, es requerida en diferentes puntos de enfoque, a veces sin conexión, de forma aleatoria e indiscriminadamente. Quien viva en el campo o en las afueras de las ciudades, tendrá una vida más sosegada, pero dentro de las urbes se nota a diario.
En esas condiciones se hace difícil escucharse uno mismo, pues estamos pendientes de lo de fuera, y es tal el cúmulo de impresiones que nos llegan, es tal el bombardeo al que estamos sometidos, que la posibilidad de oír a nuestro silencio interior es, consecuentemente, remota.
Uno termina acostumbrándose al ruido, forzados a vivir con él, a veces incluso lo echamos de menos cuando no está, como si fuera un compañero necesario, siempre presente y aturdidor. Y si no es el externo, siempre tenemos el ruido interno, la charla ambigua y sin sentido, el salto de pensamientos sin orden ni concierto, el atropello de ideas, de temores, de juicios gratuitos y de dudas, con las emociones que acompañan. Luces y sombras en un baile macabro y agotador. Mientras tanto, nos perdemos el punto de quietud y los secretos del silencio…
Cuando nos volvemos, cansados y maltrechos de correr sin sentido, rendidos y abandonados de batallar por batallar, hacia el centro más recóndito de nuestro ser, unos brazos sigilosos nos parecieran acariciar…
Pero, ¿qué es el silencio?, ¿ese desconocido y escurridizo amigo que no logramos retener?… El espacio entre dos palabras, el océano que surca el navegante, el verbo no manifestado pero con secreta presencia, el inspirador de la calma interna y el vacío reluciente… es la oscuridad necesaria para ver brillar las estrellas.
En esa calma impregnada de silencios, en esa serenidad que acaricia el centro de nuestro Ser, un universo preñado de posibilidades tendrán cabida a manifestarse dando paso a lo imprevisible
Premoniciones, imágenes de mundos superiores o de un futuro recordado, fluidas sensaciones que aposentan en certezas, el reconocimiento del verdadero hogar… gotas de realidades nuevas que traemos al presente y el material necesario para construir los puentes.
Hazte amigo del silencio, con la suavidad con que sostienes un pájaro herido entre tus manos y al tierno abrazo de tu calor sana de sus heridas; y luego, cuando te hayas ganado su confianza, suéltalo para que vuele libre a su antojo. Ese silencio te recordará, y volverá a ti cuando lo llames para cantarte sus melodías.
Cuando reconoces el silencio y él te reconoce a ti, de esa amistad nacerá una conexión de confidencias y secretos. Al principio buscarás la soledad para poderlo escuchar, pero luego, incluso en medio del bullicio y del ruido, el silencio se hará presente como susurro revelador.
Ángel .º.