La oscilación del péndulo
Resulta interesante observar el movimiento de un péndulo, por ejemplo de un reloj de pared, una lámpara suspendida, o un columpio. La oscilación es la trayectoria descrita entre dos posiciones extremas en un vaivén que parece interminable con un incesante movimiento mecánico, monótono e hipnotizador.
En este mundo de dualidades, de opuestos aparentemente irreconciliables y separados, nosotros vamos pasando constantemente de la alegría a la tristeza, de la confianza a la duda, del éxito al fracaso, del placer al dolor, de la sencillez a la vanidad… Ese movimiento mecánico, alterno y constante hará que pasemos de un extemo al otro en la misma proporción que el polo opuesto alcanzado, abriendo un abanico de proyección que se convierte en campo de experimentación.
La trayectoria del péndulo continúa, describiendo un retroceso hacia la posición inicial para finalmente alcanzar el otro extremo y vuelta a empezar. La ley del péndulo está presente en cada ámbito de manifestación de este espacio matricial: las olas del mar avanzan y retroceden, la luz del día se expande con el amanecer para después dar paso al ocaso, la naturaleza estalla con la primavera para volver a dormirse en el invierno, perpetuando un movimiento cíclico y de recurrencia.
También ocurre con nuestros pensamientos alternando entre positivos o negativos, con nuestras emociones y estados anímicos del optimismo al pesimismo, e incluso ocurre en el centro motor con periodos de actividad y de pasividad, o en el centro instintivo con la inhalación y exhalación de la respiración o el sístole y diástole del bombeo de la sangre. El movimiento del péndulo es el balanceo entre la dualidad que se da de forma mecánica y sin necesidad de que nosotros intervengamos voluntariamente, es decir, de forma inconsciente.
Exteriormente también es observable en los períodos de bonanza y de crisis, sea en unas relaciones de amistad, en el seno de una familia, en el avance y retroceso de la economía, en el auge y decaimiento de una corriente de pensamiento, en el apogeo y decadencia de gobiernos, de imperios en distintas etapas de la historia, y hasta de civilizaciones. El balanceo continúa en su incesante trayectoria, moviendo energías, levantando y derribando, dando preponderancia para quitarla después.
Como unidades de carbono todos estamos sometidos a este movimiento continuo que nos va llevando de un extremo a otro de la dualidad, conociendo, experimentando, sufriendo y gozando dentro de la subjetividad hasta poderlo trascender. Si profundizamos, incluso cada yo o manifestación egoica tiene su propio péndulo: el del trabajo, el de la familia, el del orgullo, el de la pereza, el de la codicia… No actúa solamente un péndulo en nosotros, sino múltiples péndulos al mismo tiempo. Puede que estemos en un buen momento en el trabajo, pero mal momento con la familia, puede que estemos en un buen momento con la codicia, pero mal momento con el orgullo, etc,etc. Así todos los pendulitos conforman el oscilar de un péndulo mayor que es el que determina nuestro estado anímico general de la personalidad virtual.
Fácil resulta observar como el ego pasa de un extremo al otro del péndulo con las palabras y comentarios de los demás, bastando que nos agraden y halaguen para hacernos sentir bien, y que nos critiquen y menosprecien para sentirnos mal. Lo que demuestra lo sencillo que es manipularnos y el poco control que tenemos de nosotros mismos, como una hoja que es arrastrada por la dirección en que sopla el viento. En este caso, el viento es la oscilación del péndulo y su dirección con su vaivén la naturaleza de los estímulos que recibimos.
Entre cada polo opuesto o extremo del péndulo hay un abanico de colores, un espectro de tonalidades que se nos muestra ante nuestra visión como campo de experimentación y acontecimientos. Pero se hace necesario el equilibrio de la consciencia y del impulso de superación para dejar de ser simples máquinas que reaccionan a su oscilación siendo las víctimas de las circunstancias, se hace necesario el convertirnos en la energía que armoniza, equilibra y trasciende la dualidad con la tercera energía, la neutra, la que unifica y transmuta, las dos fuerzas que se unen en una tercera para crear, dando a luz a una nueva realidad.
Si queremos dejar de ser autómatas, simples máquinas de carbono en recurrencia, reaccionando a los vaivenes del péndulo, tenemos que conseguir el equilibrio o punto de quietud que representa la comprensión nacida de la observación. El movimiento pendular seguirá su curso pero sin ser arrastrados con él, pues la consciencia vigilante lo verá pasar sin engancharse en sus implicaciones emocionales y mentales, sabiendo que todo pertenece a una danza de los opuestos donde la tercera energía del Amor consciente une, simplifica y trasciende la dualidad para ver lo que hay detras de lo aparente y rasgar el velo de la separatividad.
Ángel .º.