El miedo
El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable, provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza. Desde el punto de vista biológico, el miedo constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas, con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.
El miedo puede provocar todo tipo de reacciones, a modo de respuesta, tales como la huida, el enfrentamiento o la paralización. En su versión más exagerada, lo que se padece es terror. Lo curioso es que no siempre es el espejo de algo real. Muchas veces se teme a algo que no existe, que es producto de la imaginación.
En la actualidad, la psicología y la neurología han clasificado el concepto en dos tipologías o modos de respuesta: bioquímica y emocional.
En su vertiente emocional, se observa, que algunas personas manifiestan adicción a la adrenalina, lo que se refleja, por ejemplo, en la práctica de deportes extremos o la exposición voluntaria a situaciones de riesgo. Otros, por el contrario, tienen una respuesta negativa ante la sensación del miedo: evitan a toda costa las situaciones de peligro, e incluso tratan de no enfrentar los problemas. Es considerado fobia cuando el miedo se vuelve irracional y, en contra de lo que nos dicta la lógica, nos sentimos incapaces de afrontarlo. Para algunas personas, incluso pensar en su fobia es altamente angustioso.
Si bien el miedo comenzó siendo algo positivo en las sociedades prehistóricas, que salvaguardaba a nuestros antecesores de peligros como depredadores, inclemencias del tiempo y demás amenazas, a medida que las sociedades fueron avanzando, las teorías sobre los temores fueron creciendo paulatinamente, siendo utilizado en muchas ocasiones por los grandes poderes, para controlar a las masas o para moldear a las poblaciones a su antojo. Desde un punto de vista social, el miedo está en la base del sistema educativo, ya que en buena medida se define por el esquema básico del premio y del castigo, y es un pilar del proceso socializador. Por otro lado, buena parte del sistema normativo se fundamenta en el miedo, como muestra el Derecho Penal.
Antropológicamente hablando, el miedo se encuentra inserto en los sistemas religiosos desde sus textos fundadores. Algunos especialistas, tras haber estudiado ampliamente el fenómeno, sugieren que la religión no es por si misma generadora de temores o angustias, pero si lo es el discurso político al cual apelan para generar adoctrinamiento.
El miedo en su estado original es el producto del procesamiento de energías del centro instintivo, cuya función es la producción de adrenalina y otras sustancias que preparan el estado físico ideal de alerta ante un acontecimiento natural, que atente sobre la vida o seguridad de la unidad de carbono humano como animal, necesario para su continuidad como especie.
En este caso, al ser producto del centro instintivo, es usado en el momento del suceso para tratar de sobrevivir; el sufrimiento posterior por las pérdidas físicas y materiales es producto del centro emocional, y usado luego por el intelectual para procesar la pérdida, apoyado por el centro espiritual a través de la fe, para sobreponerse al acontecimiento. No hay en este caso desperdicio de energía alguna como para ser consumida por nadie ni nada más que usted.
En el caso de un acto de maldad, por ejemplo el sometimiento psíquico, la inseguridad, violencia, guerras, manipulación, y todo aquello que se le ocurra como mal, la energía es procesada por el centro emocional e intelectual, y su producto, el miedo (temor arraigado), no es usado inmediatamente como en el primer caso, siendo una energía de producción continua por el estado antinatural de temor, y estando imbuida de cantidad de emociones y pensamientos secundarios producto del centro emocional y del centro intelectual procesando lo indebido, y como no es usada automáticamente en el momento que se produce, es expulsada hacia el exterior en forma de estados de ansiedad, pánico, depresión, violencia, etc. Y de igual modo que las plantas se alimentan de la tierra, los animales de las plantas y nosotros de ambos, hay seres que existen más alla de la 3ª dimensión que se alimentan de estas energías de baja vibración que generamos ante un acto de maldad consciente, incluso ante su recuerdo. Además, este tipo de miedo cumple otra función importante. A nivel tridimensional, el miedo tiene una vibración natural de muy baja frecuencia, que activa sectores específicos del cerebro y del ADN, logrando de esta manera un comportamiento determinado, y el estado perfecto para la manipulación y programación.
Para superar esta vulnerabilidad tan bien aprovechada por los oscuros, la primer batalla a librar es con nosotros mismos, enfrentando nuestros miedos internos cuya energía usa el enemigo para manipularnos y programarnos sin que nos demos cuenta de que esto esta sucediendo. El primer paso es identificarlo y procesarlo con el centro intelectual, éste lo cataloga y lo guarda digamos en la carpeta correspondiente, ésto logra que podamos aislarlo y tener acceso a él solo si abrimos dicha carpeta, y también reconocerlo fácilmente cuando éste se manifiesta sin autorización previa. Identificando y desactivando, aunque sea momentáneamente, al miedo como energía, logramos protegernos de la manipulación, aunque no lo estaremos totalmente hasta que no logremos enlazar con el Ser. Ello se logra a través del amor como energía, practicando la consideración externa hacia el prójimo, y siendo coherentes en pensamiento, palabra y obra.
No podemos por el momento deshacernos del mal, pero si podemos deshacernos del miedo no procesando la energía del acto del mal. No temer es una forma de no alimentar a quienes no queremos alimentar, pero ¿cómo lograrlo si la realidad funciona a base del miedo impulsado por el mal?, y ese es el error: creer que es así, en definitiva, logra que sea así. La realidad funciona en base al amor. Sin él, esta realidad subjetiva no podría existir, el mal es sólo un acto para lograr un fin, el miedo. Si el fin no se logra el acto desaparece, pues ya no tiene sentido.