Alquimia interior
La Alquimia está considerada como la doctrina y estudio experimental de los fenómenos químicos, estudiada desde la más remota antiguedad, desde Mesopotamia al antiguo Egipto, pasando por Persia, la India y China, la antigua Grecia, el imperio romano y el imperio islámico, pasando a Europa y floreciendo en la época medieval. Buscaban descubrir los elementos constitutivos del universo, y con ello, encontrar la piedra filosofal, la transmutación de los metales, convertir el plomo en oro, y alcanzar el elixir de la vida. Luego, de la rama más empírica de la alquimia, nació la química.
Ha sido considerada una práctica oculta y esotérica, con secretos celosamente guardados por el velo del hermetismo, utilizando el encriptamiento de los símbolos para preservar su conocimiento. “Solve et Coagula” es una frase en latín que significa “disolver y coagular”, es decir, “separar y unir”. Este es el Arte de la Alquimia, del cambio y la transformación.
Aunque nos cueste creerlo, el caso es que continuamente estamos llevando a cabo procesos alquímicos, pues separamos, vaciamos y desechamos información y energía constantemente, para luego absorber, combinar y unir otras que van conformando nuestra realidad, tanto interna como externa. El problema es que lo hacemos inconscientemente, desconocedores de los procesos alquímicos que producen en nosotros los estímulos e impresiones que diariamente nos bombardean sin que para ello sea necesario nuestra participación activa. Esto lo saben bien quienes manejan el flujo de la información ya que también dirigen los estamentos del sistema, proporcionando los materiales con la baja calidad de la alquimia que desean producir.
Si la consciencia está presente, la observación activa descubrirá lo que hay que “disolver” porque impide y coarta el libre desenvolvimiento de la esencia interior. Aquello que nos sobra, como conocimientos inculcados y creencias anquilosadas, pero también traumas, experiencias negativas, prejuicios, pensamientos que no son nuestros, deseos ilusorios y sobre todo miedos, que se han adherido a nuestro vehículo energético como sombras que le impiden brillar. Y es aquí donde debemos aprender y entrenarnos en el arte de “soltar”.
No podemos producir ningún cambio, ninguna transformación, con los mismos materiales que nos han llevado hasta aquí, donde el ego (plomo) es el dueño y señor de nuestro vehículo y la esencia (oro) brilla por su ausencia. Pues todo ha estado conducido, planeado, para alimentar a uno y ocultar al otro, de manera que los procesos alquímicos inconscientes sean los que a la élite beneficia y mantienen al sistema.
Para construir algo nuevo debemos aprender el arte de “coagular” que es saber reunir, procesar, combinar, destilar e integrar lo que debe estar unido, pues todo está relacionado y no hay realmente nada que esté separado del resto. Esto se logra combinando correctamente lo interior con lo exterior, haciéndonos conscientes de los procesos alquímicos que hasta ahora se producían inconscientemente, de manera que la información pueda convertirse en conocimiento a través de la experiencia, y el conocimiento se convierta en sabiduría por medio del empleo correcto del conocimiento.
El problema es que solemos aceptar o rechazar la información según esté de acuerdo con nuestras creencias o no, si nos gusta o nos disgusta, si sustenta o lastima lo que hemos aceptado como verdad. Incluso defendemos esta forma de pensar y proceder, orgullosos de creer distinguir lo verdadero de lo falso, basándonos en una verdad propia que, con esa actitud, damos por hecho que es la única y valedera, no permitiéndonos así ampliar o alcanzar una verdad mayor. Esto evita tomar la información nueva con la necesaria imparcialidad para que la alquimia pueda realizarse, sin la contaminación de emociones que desvían y bloquean la integración.
La educación recibida, las religiones y sistemas de creencias, los científicos con sus falsos postulados y el consumismo generalizado que nos hace dependientes de una economía y sistema político, no han hecho más que alejarnos del verdadero conocimiento para mantenernos ajenos a la Realidad general, ofreciéndonos sucedáneos con corrientes espirituales varias que encapsulan al ego en una refinada prisión, una nueva trampa para impedir que la verdadera alquimia se produzca de forma consciente.
Solo nos queda agudizar el discernimiento y apelar al instinto para que procese la información de forma natural y sin contaminación, para que encuentre la confluencia entre lo interno y lo externo, para que descubra el alma de las cosas, que armonice los contrarios y destile su esencia que formará parte de nuestro Espíritu, el poseedor de la piedra filosofal que transforma el plomo en oro y es portador del elixir de la vida.
En la depuración de los procesos alquímicos aparecerán inevitablemente nuestras luces y sombras, nuestros sentimientos encontrados, nuestro amor y odio, nuestra paz y violencia, la confusión de pensamientos y los miedos arraigados. Nuestros propios ángeles nos querrán llevar a su luz y nuestros propios demonios a sus tinieblas, para reclamar su diezmo, para que los sigamos alimentando. Pero el alquimista deberá encontrar su tercera alternativa a través de la energía del verdadero Amor, descubriéndose en su particularidad y recordándose en su Ser, reconociéndose en su prójimo y recuperando su Humanidad.
Ángel .º.