“Empezar por el final” intento comprender el sentido y mi mente proyecta imágenes a toda velocidad como rebobinando una película y dicen. “No es dar marcha atrás. Es iniciar desde el final.” UI
Cada año, por lo general al concluir una octava o pasar las columnas del Coloso de Rodas que había propuesto como meta, suelo hacer un análisis de lo recorrido, y si es necesario, invitar a los miembros de la tripulación a apearse del Perla Negra si así lo consideran, pues es el momento justo de hacerlo sin que esto acarree endo y exo energías nocivas, pues el navío se encuentra anclado en puerto seguro y pueden desembarcar y embarcar sin más sobresaltos.
Hoy toca hacer ese análisis e invitar a todos aquellos que así lo sientan a bajarse de la nave y a otros a subir si así lo necesitan. DDLA no es un navío fácil de navegar, y menos sencillo de tripular. La exigencia es máxima y la tolerancia es mínima. Reconozco que no soy un capitán fácil de llevar, menos de tolerar, pero así debe ser, sino no podría dirigir semejante tripulación de forma justa, pues si fuera de otro modo habría diferencias elitistas entre el cocinero y los oficiales. La única diferencia entre el capitán y el cocinero es que tienen diferentes responsabilidades y así como el cocinero tiene que respetar la jerarquía del capitán que dirige la nave, el capitán tiene que respetar la jerarquía del cocinero que dirige la cocina. Eso es lo que en determinado momento algunos dejan de respetar. He observado que siempre se repite este mismo esquema de patrón recurrente, y aunque me he planteado muchas veces si tal recurrencia no sería causal de una mala comunicación de mi parte, he concluido que, si bien seguramente algo tiene que ver, no es la causa principal de la misma, sino que esta recurrencia está alimentada por una triada energética muy peligrosa, que es: la expectativa, la soberbia y la intolerancia.
Hoy toca hacer ese análisis e invitar a todos aquellos que así lo sientan a bajarse de la nave y a otros a subir si así lo necesitan. DDLA no es un navío fácil de navegar, y menos sencillo de tripular. La exigencia es máxima y la tolerancia es mínima. Reconozco que no soy un capitán fácil de llevar, menos de tolerar, pero así debe ser, sino no podría dirigir semejante tripulación de forma justa, pues si fuera de otro modo habría diferencias elitistas entre el cocinero y los oficiales. La única diferencia entre el capitán y el cocinero es que tienen diferentes responsabilidades y así como el cocinero tiene que respetar la jerarquía del capitán que dirige la nave, el capitán tiene que respetar la jerarquía del cocinero que dirige la cocina. Eso es lo que en determinado momento algunos dejan de respetar. He observado que siempre se repite este mismo esquema de patrón recurrente, y aunque me he planteado muchas veces si tal recurrencia no sería causal de una mala comunicación de mi parte, he concluido que, si bien seguramente algo tiene que ver, no es la causa principal de la misma, sino que esta recurrencia está alimentada por una triada energética muy peligrosa, que es: la expectativa, la soberbia y la intolerancia.
La expectativa genera desilusión, la soberbia superioridad y la intolerancia desconsideración. Es entonces donde se pierden los roles y se generan los conflictos y enfrentamientos egoicos entre unos y otros, entre tripulantes, pasajeros, cocineros y oficiales, entre el capitán y todos los demás. Si hay algo que no debemos descuidar son nuestros roles, sea el de cocinero, grumete, marinero, oficial o capitán. Como dice el cantar popular, “Antón, Antón, Antón pirulero. Cada cual, cada cual, que atienda su juego, y el que no, y el que no, una prenda pagará.” Esas prendas algunas veces pueden ser muy altas, porque pueden costar universos enteros.
Los que han perdurado en la tripulación desde el principio, son aquellos que han respetado estas simples condiciones mínimas de acción y convivencia: el acto concluye en el propio acto y sin esperar nada a cambio (cero expectativas), zapatero a sus zapatos y cada uno en lo suyo (cero soberbias) y consideración al prójimo en su máxima expresión, yo soy tu, tu eres yo (cero intolerancias). Cada uno tiene su ritmo y sus limitaciones, y hay que respetarlas, pues lo importante no es el tiempo que lleve, sino el espacio que se recorra en ese tiempo.
Hoy iniciaremos por el final, pues como nos dijeron desde los MS en su momento: “…Nos recomendaron paciencia, voluntad y perseverancia hasta lograr alcanzar el objetivo, aun cuando nos pareciera que no avanzábamos o estábamos estancados, pues si no lográbamos alcanzar la jerarquía de consciencia necesaria, la comunicación no se reanudaría. Nos dijeron que el tiempo que nos llevara no era lo importante, que lo importante era el espacio recorrido en ese tiempo, pues no avanza quien camina sino el que sabe a dónde va…” Así que ahora lo prioritario y necesario es que sepan a donde van, sino, quedarán varados en medio de la nada caminando eternamente en círculos sin poder avanzar. Bienvenidos a la nueva etapa del recorrido del Perla Negra con rumbo fijado en corregir la eterna recurrencia de aquel que no sabe a dónde va.
“Empezar por el final” intento comprender el sentido y mi mente proyecta imágenes a toda velocidad como rebobinando una película y dicen. “No es dar marcha atrás. Es iniciar desde el final…y silencio…”