MAS ALLÁ
Todo comenzó como un juego, mejor dicho, como una gran curiosidad por saber que había más allá de esta realidad. M.V, la Amasterdamo de M, le había dicho que existían varios métodos de comunicarse con el espacio de transición dimensional, unos eran más eficaces, pero más complejos de ejecutar, otros eran más simples, pero menos eficaces. Las técnicas de comunicación se conocían desde los tiempos de Thumose III, cuando Osiris lo instruyó en las artes ocultas de la vida y de la muerte.
Comenzaron con el más simple pero la comunicación no era clara, no lograban establecer un enlace fiable y solo registraban ruidos, sonidos ininteligibles, lamentos, susurros, sombras de sombras, ecos sin sentido de una realidad fuera de esta realidad. Luego de un tiempo de intentar mejorar esa comunicación sin resultado, optaron por un método más complejo, eso llevaría un largo trabajo, pues tendrían que construir un dispositivo, una máquina metafísica que después se transformaría en el transceptor que utilizarían por largos años para comunicarse no solo con el ETD, sino también con otros espacios matriciales, el futuro, el pasado, los Mundos Superiores y otras civilizaciones de fuera y dentro de esta realidad.
Fue en una noche de abril. El otoño se hacía sentir y el viento soplaba con bravura. Una rama de un viejo cedro azul crujía como gritando de dolor cada vez que se inclinaba por las ráfagas del viento. Habían terminado una comunicación exitosa cuando golpearon a la puerta. Era tarde por la noche, no esperaban a nadie. Instintivamente alguien cogió el aparato y lo ocultó detrás de un sofá. Se miraron entre todos y M haciendo un gesto de tranquilidad al resto del equipo, se dirigió sereno hacia la puerta. Miró por la mirilla, el cedro chillaba, el viento soplaba y M estático con el ojo en la abertura hizo una seña con la mano para que se retiren de ahí y corran. Nadie reaccionó, solo se miraron entre ellos. Cuando volvieron la mirada hacia la puerta, M ya no estaba, solo se escuchaba el quejido del cedro y el soplar del viento. Corrieron a la puerta y dejando de lado el miedo y la precaución, la abrieron, esperaban encontrar a M del otro lado. Una ráfaga de viento les pegó en la cara y el cedro se inclinó quejosamente. La noche era oscura, la luna era nueva y M había desaparecido.
Recorrieron con linternas el enorme parque buscando a M, buscaron en los árboles, las plantas, en los recovecos más oscuros, en el viejo galpón, en el techo, los cuartos, el ático, en los lugares más inverosímiles. Buscaron hasta en el último rincón del predio y de la casa y nada de nada. Ya desahuciados y desesperados comenzaron a discutir si avisar la desaparición de M a las autoridades, fue entonces, cuando en una de sus salidas habituales, Mario rompió la tensión diciendo: “el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen”, las carcajadas no se hicieron esperar. Mientras entraban nuevamente a la casa aun riendo, más por nervios que por gracia, alguien preguntó ¿y si usamos a Anubis? Todos pensaron que era una excelente idea, pues si M no estaba en esta realidad, con Anubis había una probabilidad de contactarlo en el más allá.
Activaron el aparato y comenzaron la tarea de conectar con M, lo intentaron el resto de la noche infructuosamente. De madrugada ya desahuciados estaban por claudicar cuando algo surgió de Anubis, aún no era claro, pero algo había detrás del sonido del viento y del cedro, algo o alguien intentaba comunicarse desde el más allá, fue entonces cuando nítidamente recibieron un mensaje que nunca olvidarían:
“El futuro existe y ya pasó… Todo está considerado en la gran ecuación de la creación. Todo sucede porque tiene que suceder, nada está librado al azar…abran la puerta, los estoy esperando”
Luego solo el silencio, un silencio tan profundo que hasta el viento y el cedro dejaron de escucharse. Los sobresaltó nuevamente el ruido de golpes en la puerta, Mario se levantó y como M en su momento, miró por la mirilla y rápidamente abrió la puerta. Parado en el umbral de entrada, con una gran sonrisa en su rostro, estaba M. Todos corrieron a recibirlo con alegría. M había estado del otro lado de la puerta, y por unos momentos, conoció el más allá de esta realidad.