LA ANOMALÍA
No sé de qué manera comenzar esta historia, quizás sea demasiada fantástica como para ser relatada en un relato fantástico. Quizás debería contarla como sucedió, o como creo que sucedió, porque no puedo narrarla en la forma que realmente quisiera, pues no sería objetivo ya que me vi involucrado en los sucesos, emociones y sentires de esos momentos. Fue justo a finales de noviembre o principios de diciembre si mal no recuerdo, estaba escribiendo el artículo del óculo mágico, recordando esas aventuras increíbles de cuatro pequeños niños donde la realidad se mezclaba con el universo de lo imposible.
En ese entonces estaba redactando la parte de la anomalía, aquella de los años bisiestos, cuando otra anomalía mucho más extraña e inesperada apareció en mi camino. Ésta no era producto de un error, tampoco era milagrosa y mucho menos esperada. En un momento y sin casi darme cuenta me encontraba sentado en el hospital intentando entender qué me había sucedido, estaba en la sala de internación esforzándome para armar el puzzle de las últimas horas, un puzzle imposible cuyas caras se movían a cada instante. ¿Qué inesperado acontecimiento había sucedido? ¿Dónde estaba mi cuerpo físico, dónde mi etérico y dónde mi confundida mente? ¿Por qué sentía que me movía como desfasado entre pensamientos, palabras y actos?
Luego de volver del hospital y de un tiempo de extrema confusión, poco a poco fui comprendiendo que era lo que me había sucedido, que extraño e inesperado suceso había interrumpido mi devenir diario cayendo sobre mí como un implacable y certero rayo de Zeus, en ese momento comprendí que me encontraba atrapado dentro de la misma anomalía, desalineado entre el mental, el etérico y el físico, imposibilitado totalmente para funcionar como un conjunto homogéneo. Mis cuerpos ahora habían dejado de ser una unidad para pasar a ser un conjunto heterogéneo de cuerpos separados, desincronizados, desfasados e inhabilitados para funcionar correctamente, ahora me encontraba atrapado dentro del peor de los infiernos, un infierno que no le deseo a nadie, ni al peor de los demonios, estaba atrapado entre dos mundos, entre la vida y la muerte, en un universo cúbico como el del hombre muerto que sueña que está vivo sin moverse de su tumba
¿Cómo relatar los días posteriores sin caer en la fantasía de un cuento de Edgard Allan Poe? ¿Cómo explicar lo vivido para que se entienda lo sentido? ¿Cómo describir la oscuridad de un ciego? Es imposible relatar las puertas del infierno, no hay suficientes analogías ni palabras para narrar el estado en que me encontraba en ese momento. Era como estar en un eterno sueño donde uno no puede despertar, donde cada mañana o cada noche era un existir sin lógica, era no saber si estaba dormido o despierto, si la vigilia era el onírico o el onírico la vigilia, era no poder enfocar la acción y la mente en un punto, era sentir que el cuerpo no era mío, si la mano que se movía era mía o era la del etérico de otro que no era yo, porque mis acciones no iban en sincronía con mi mente y etérico, pues el simple acto de agarrar un vaso, leer un texto o escribir unas palabras, era literalmente imposible por falta de enfoque, donde el etérico precedía al mental y el mental al físico, moviéndome entre las paredes de un fantasmal castillo, buscando la salida de un infernal laberinto e intentando encontrar una puerta, una puerta que no existía y donde nada, absolutamente nada, era real. Sabía que tenía que volver, que tenía que regresar y fusionarme nuevamente en un solo cuerpo, un cuerpo que abarcara todos, pero, ¿cómo hacerlo? ¿cómo unificar las dimensiones que ahora estaban separadas y fragmentas? Necesitaba tiempo, tiempo y claridad de pensamiento, solo eso pedía a los Mundos Superiores, claridad de pensamiento para comprender y tiempo para recuperarme, pues sabía que sería una carrera de fondo, lo lograría, no sabía cómo, pero seguro lo lograría.
Mi primera decisión fue comenzar el trabajo energético para intentar unificarme y volver del infierno, la segunda, fue avisar al equipo (oficiales y tripulación) que se hagan cargo del navío para mantener a flote y navegando con rumbo fijo al Perla Negra hasta mi regreso. Fueron días de gran lucha, de avances y retrocesos, de subidas y recaídas, de llantos y crujir de dientes, de pedir al cielo que me rescatara. Un día haciendo el trabajo de alineación en el onírico, otro suceso similar al anterior ocurrió, éste duró solo unos minutos, pero cuando finalmente pasó, sentí que había regresado de las profundidades, que me habían rescatado de las tinieblas donde me encontraba. De mi boca salió solo una frase, ¡Ay Señor!! ¡¡Gracias Padre mío!! y agradecí, agradecí y lloré, lloré y extendí mis brazos al cielo mientras la lluvia caía sobre mi rostro como agua de vida viva limpiando y sanando todos mis cuerpos. Pedí tener el don de sanidad para el que lo necesite, fue mucho el sufrimiento, quizás el universo me lo conceda algún día, lloré como nunca había llorado, lloré por mí, por los míos y por todos, lloré por el sufrimiento de tantos y tantos seres que están pasando por el dolor, la confusión y el llanto.
Todavía no estoy óptimo, aún me queda un largo tiempo de recuperación para estarlo, pero ya puedo decir que he vuelto y puedo contarlo. Tendría tanto que agradecer que sería injusto no nombrar a todos, pero también sería injusto no hacerlo, así que la mejor forma de agradecer es dejar testimonio de lo sucedido, dejar constancia en el libro de la vida y de la muerte que este relato fue real, y agradecer allá arriba por lo pasado aquí abajo, por lo bueno y por lo malo, por el sufrimiento pasado y por la bendición venidera, dejando constancia en esas mismas páginas que el universo actúa de forma extraña y misteriosa, pues todo sucede por algo y lo que tenga que ser será, porque pese a todo nunca, pero nunca, nos deja solos, y como bien dijeron los MS en la última visión remota, Estamos trabajando para usted…