LA MUJER DEL MEDIO
Esta historia comienza por el final, no porque deba ser así, sino porque las circunstancias se dieron así. Hay personas cuyos designios son estar siempre en medio de acontecimientos, sucesos o circunstancias, en este caso circunstancias diarias, comunes y cotidianas. La protagonista de esta historia no es la mujer, sino el mismo M cuyos designios llevaron a relatar los acontecimientos previos y hasta graciosos de este relato.
Todo comenzó hace años cuando M por h o por b siempre estaba en medio del paso de otros transeúntes, generalmente porque se le quedaban hablando en medio de la acera, no porque él quisiera charlar, sino porque fuera por las causas que fueran M tenía la extraña peculiaridad de atraer a cualquier desconocido que pasara por ahí. Sus familiares y amigos entre cervezas y risas, graciosamente le comenzaron a llamaban “el señor del medio”. ¿Has visto al señor del medio? ¿Te cruzaste al señor del medio? preguntaban entre risas y chascarrillos.
Un día mucho tiempo después, M se dirigía de noche hacia el baño cuando de repente se encontró frente a una mujer anciana bajita, de muy pequeña estatura parada en medio de su paso, era como un duende o gnomo que sin mirarlo caminaba lento por el pasillo angosto de su casa y que no lo dejaba avanzar. M no se asustó, no era algo perturbador sino asombroso y hasta tierno, la dejó pasar no sin antes molestarla un poco y siguió hacia su destino, el baño de su casa. Luego al regresar al comedor contó la experiencia a los suyos quedando por un tiempo como una anécdota más de tantos relatos fantásticos que le había pasado a lo largo de su existencia, pero el asunto fue que no fue una experiencia más, sino que se volvió habitual encontrarse a la mujer en todas partes, en el baño, en el dormitorio, en la sala, en el comedor, en la cocina, en el fregadero y hasta en el jardín, ya era hasta gracioso encontrársela en todas partes como Droopy, fue entonces cuando M comenzó a llamarla “la mujer del medio” en recuerdo del viejo y gracioso apodo que le habían puesto sus amigos.
Desde entonces M le hacía chistes cada vez que se la cruzaba o estaba en medio de su paso, chistes que a M le hacían mucha gracia, pero a la mujer del medio no, pues tenía muy mal carácter, mal humor, y se enfadaba tomándose todo muy a pecho. La mujer se reía poco y protestaba mucho, entonces M triplicaba la apuesta y aprovechaba para molestar aún más a la duendecilla que se fastidiaba en seguida poniendo cara de enejada y refunfuñando.
La mujer del medio ya era como de la familia, cocinaba, fregaba, lavaba, acomodaba la ropa, limpiaba el jardín y hasta de vez en cuando hacía las compras de la casa, el problema era que no escuchaba bien o se hacia la que no escuchaba bien ignorando a M, era muy malhumorada y lenta, tan lenta que todo lo hacía en modo tortuga con clonazepam, no sé si por su edad, ya que era una duende muy mayor, o quizás solo por molestar a M, creo que era por lo segundo. Desde entonces en todo momento era la mujer del medio para incomodar a M todo el tiempo y equilibrar la ecuación. Al día de hoy M todavía no puede librarse de la mujer del medio, es el costo a pagar por haberla molestado un día en ese pasillo oscuro una noche de invierno. Moraleja, nunca moleste a un duende si no quiere que sea la mujer del medio por el resto de sus días.