Hotel Edén 2016, La Falda, Córdoba, Argentina
El guía del hotel nos dijo que las leyendas urbanas del Edén, contaban que en esta derruida habitación en la que estoy, Adolf Hitler se había hospedado cuando estuvo en el hotel en 1945. Mis ojos recorrían el cuarto ahora vacío y derruido por el paso del tiempo y el vandalismo de años de abandono y olvido. Un sentimiento de profundo pesar me embargaba, pesar y tristeza al imaginar los años de gloria y esplendor del Edén y por la añoranza de un tiempo mejor, donde los hombres tenían honor, y la patria era parte del espíritu de un pueblo unido en intención y propósito.
Con un nudo en la garganta decidí abandonar ese recinto que me acongojaba, cuando algo llamó mi atención, en el marco de la ventana que daba al balcón del patio externo, me pareció ver un símbolo tallado en la madera, me acerqué para ver mejor, pues pensé que el reflejo del sol que caía entre la arboleda me estaba jugado una treta imaginaria, pero no, ahí estaba, grabada como un sello de fuego, una pequeña esvástica de no más de dos centímetros de diámetro simulada entre la vetas de la madera del marco de pinotéa. La ventana no tenía vidrios, tampoco hojas, solo el marco vacío y una derruida celosía quedaba como inamovible testigo de su esplendor.
Toqué aquel símbolo como intentando recuperar algún recuerdo de aquellos años, o sentir algo que no podía comprender, cuando al presionar la madera, esta se separó de la pared, como si de una trampilla se tratara. Primero no le di importancia, el tiempo corrompe todo, pero al observar más detalladamente comprobé que había un hueco detrás de ella, pensé que era el hueco que guardaba la cinta de una antigua persiana que ahora no existía, pero al mirar mejor, comprobé que el hueco era pequeño, de unos treinta centímetros de altura. Cuál fue mi asombro cuando vi algo en su interior, un cuaderno o libro de tapas de cuero negro asomaba por la hendidura. Mi reacción fue instantánea, lo tomé y lo saqué del hueco, mi asombro fue supremo, en su tapa, un Águila sosteniendo una esvástica me observaba fijamente, y debajo, en letras fraguadas sobre el cuero negro decía, “El diario de ADOLF HITLER”
Salí del cuarto casi hipnotizado por tal descubrimiento y me dirigí rápido al encuentro de mis amigos que se encontraban fuera del hotel charlando y riendo al pie de la escalinata de entrada. No pude pronunciar palabra alguna, solo me senté a su lado, abrí el cuaderno y comencé a leer, el silencio de los demás al escuchar mis primeras palabras fue inmediato…
Fecha del diario 17 de octubre 1945
Hoy ha llegado a mis oídos una hermosa melodía, una melodía del espíritu que se siente en estas tierras que tan amorosamente me han recibido. Palabras de reivindicación de la tierra madre, la voluntad de un pueblo reclamando sus derechos, la semilla de un movimiento colectivo para el renacimiento de una consciencia de los trabajadores, semillas de unidad indestructible e infinita que germina como orgullo honor y valor. Recuerdo que en 49 meses devolvimos la vida a Alemania con una visión Humana del mundo. Visión que era impensada antes de nosotros. Logramos establecer un sistema natural orgánico con el espíritu del pueblo. ¿Quién puede querer destruir lo que se había construido con tanto AMOR, Voluntad y Unidad? La unidad del pueblo alemán, que olvidó todas sus diferencias antiguas: el bávaro y el prusiano, el dueño de fábrica lo mismo que el trabajador, empleado, campesino o artesano; todos ellos se sintieron como alemanes y como colaboradores del gobierno de su Führer en la reconstrucción de la patria alemana y del espíritu quebrado de un pueblo vapuleado y destruido por el enemigo. ¿Qué consciencia destruiría su propia creación?…
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