El actual sistema cabalista como buen sistema elitista y sionista se asegura que sus integrantes tengan los beneficios que la población no tiene ni tendrá. ¿Cómo es posible que cualquier integrante del sistema que ocupó un cargo político o judicial por un tiempo, tenga luego de su retiro un sueldo de por vida como si estuviera en actividad? Sumando a esto que sus remuneraciones son verdaderamente desproporcionadas con respecto a las del pueblo, y ni hablar de los cargos nobiliarios que son verdaderos parásitos que se mantienen gracias al sacrificio y sufrimiento de sus obligados súbditos. Realmente este formato no sólo es injusto, sino sumamente perverso, pues el dinero invertido en esta barbaridad bastaría para mejorar las jubilaciones, pensiones y sueldos de todo el pueblo y además sobraría dinero.
El sistema jubilatorio todo debe ser reestructurado, bajando la edad jubilatoria y haciendo que el retiro dependa de los años de trabajo, y evitando así, que la edad del trabajador sea un impedimento para su retiro. Cuanto más temprano se retire un trabajador sea el que sea, más demanda laboral existirá, dándole así paso a las nuevas generaciones para que ocupen los puestos y trabajos dejados por sus mayores.
Tanto el hombre como la mujer deberían poder retirarse a partir de los 45 años o la mitad del promedio de vida de una persona. Esto actualmente no puede llevarse a cabo porque los estados no tendrían fondos para pagar los retiros, pues se gastan casi todo el dinero en pagar los enormes retiros de los políticos y los enormes e innecesarios gastos del sistema estatal. Los tres poderes del estado se llevan la totalidad de la torta y le dejan los restos al pueblo, si queda.
No es mi intención desarrollar un plan de retiro en este artículo, sólo exponer la lógica de la cuestión y mostrar la ilógica del sistema actual. Este es uno de los puntos más importantes, pues el dinero obtenido sería más que suficiente para solventar los treinta puntos del plan expuesto en Mi Idea y sobraría, logrando no solamente un equilibrio justo entre pueblo y representantes, sino también un equilibrio fiscal entre lo recaudado y los gastos. Cosa que ahora casi ningún país, estado o nación logra.