Entre ángeles y demonios
Somos apenas una pequeña célula en el inmenso cuerpo del universo, algo que es casi imperceptible a los ojos de la Creación. Esa imagen de que el Creador puede y debe estar pendiente de nosotros, de cada sufrimiento, de cada lágrima, de cada pena y alegría, de cada petición y oración en su nombre, cualquier cosa que se nos presente o antoje, no es más que una deformación pueril del calado impuesto por iglesias y religiones.
Si somos realistas y consecuentes con nuestro proceder, tenemos que admitir que somos el receptáculo de un puñado de posibilidades que pueden o no pueden materializarse, pues en nuestro interior, y por consiguiente en nuestras relaciones con los demás, se pueden manifestar tanto luces como sombras. Todo ello dependiendo en gran medida de los alimentos con que propiciamos nuestros propios procesos alquímicos, entendiéndose como alimentos lo que comemos, el aire que respiramos, y especialmente las impresiones que dejamos aposentar en nuestra mente; siendo la calidad de estos alimentos de mayor o menor octanaje para que la energía destilada nos conduzca a la depuración y cristalización del espíritu.
En este proceso, interviene también de forma destacada los centros control, sea el instintivo, el motor, el emocional, el intelectual o el espiritual, pues según que centro predomine tomará la energía o información que terminará alimentando a nuestros ángeles o demonios internos; pero también podría alimentar al propio espíritu en formación como Seres Humanos conscientes, libre de luces y sombras que obedecen a los ángeles y demonios.
En este universo que conocemos, al margen de que nos guste más o menos, existimos en la dualidad de los opuestos y todo está dispuesto en base a jerarquías. En el caso de los demonios representan y alimentan a Baphomet, en el caso de los ángeles representan y alimentan al Demiurgo, y en el caso del Humano consciente representa y alimenta a su propio Ser como parte inherente de la Creación universal.
Nuestros ángeles y demonios internos están perfectamente representados por nuestros yoes, como conjunto de manifestaciones que conforman el ego. Muchos solo creen que el ego está formado por todas aquellas reacciones de tipo manifiestamente negativo, lo que conocemos como sombras, pero se olvidan de aquellas otras actitudes permisivas y conformistas que se visten de igualdad, de bondadosas compasiones y de inacción para justificar su inconsciencia, las que representan nuestras luces. Luces y sombras, ángeles y demonios, la dualidad en nuestro interior que obedece al exterior. Alimentamos a unos y negamos a otros, pero seguimos sin ser libres si no son expulsados de nuestro interior, para buscar la propia y natural anarquía, destilando y cristalizando la verdadera alquimia del espíritu del Ser.
Todos tenemos alma, hasta el más insignificante de los mortales, pero no todos tenemos espíritu, pues éste debe ser forjado como cuerpo de enlace del Ser para poderse manifestar como vehículo propio e inquebrantable. La guerra, la batalla, siempre ha sido y es por la posesión del alma que es el manjar de los dioses en disputa. Pero de nada les sirve un alma que ha fabricado su espíritu como obra cumbre de la existencia, porque manifiesta al SER, su propio origen y divinidad, libre de la dualidad y dueño de sí mismo.
La energía del verdadero Amor, junto con la sabiduría y la voluntad, nos habrá de transformar no solo en magos alquimistas de energías, sino en guerreros valerosos que expulsan a sus ángeles y demonios de su mente para forjar su espíritu, reconocible entonces a los ojos de la Creación como expresión de Vida consciente de sí misma.
Ángel .º.