Dinero y control
“Dadme el control de la moneda de un país y no me importará quién hace las leyes”. Esta frase, atribuida a Mayer Amschel Rothschild, fundador de la dinastía Rothschild, resume muy bien lo que ha llegado a representar el dinero, al tiempo que deja claro el poder que mueve al mundo contemporáneo.
No importa tanto quién gobierne (política), no importa tanto que creencias profese el pueblo (religión), ni siquiera importa tanto quiénes ostentan la responsabilidad de impartir y aplicar las leyes (justicia), pues al final todas dependen de un solo motor: la economía, el dinero. Dinero para poder comprar bienes, dinero para su conservación y mantenimiento, dinero para acometer nuevos proyectos, dinero para pagar los sueldos, dinero para tener crédito, dinero para fabricar una imagen y triunfar en cualquier faceta, dinero para publicidad, dinero para viajar, dinero para vestir, dinero para comer… dinero… dinero…
Desgraciadamente, en este mundo físico, todos estamos en las manos del dinero, dependemos de tener o no tener “posibles”, y, por tanto, de aquellos que tienen el control del dinero, de su fabricación y de su reparto, un simple papel que se imprime, se timbra, se sella y se le asigna un valor o cuantía… Si alguna jugada ha conseguido sojuzgar a la especie humana, además de las religiones como sustitución del Amor, además de la democracia como adalid de la libertad, ésa ha sido la del control del dinero como la cesión de nuestro poder, quedando la humanidad supeditada y dependiente de los que fabrican, reparten y acumulan la riqueza que está representada por una moneda legal, por un papel timbrado, por una tarjeta de crédito, por el dinero.
La salud y la medicina dependen de ese papel, la educación y la cultura dependen de ese papel, la vivienda e infraestructura dependen de ese papel, la política, las escuelas, los hospitales, los propios bancos, los medios de comunicación, las fuerzas de seguridad, la investigación y nuevas tecnologías, la ciencia, la locomoción y transporte, la ropa que nos viste y la comida que nos alimenta. Centenares, millares de vidas se pierden a diario por ese papel, muchos no tienen acceso al agua para beber, a alimentos para subsistir, muchos no pueden tener acceso a medicinas… por ese papel, y otros muchos no pueden aprender a leer y escribir… por ese papel.
En realidad, el dinero no es más que un simple papel pintado al que sin darnos cuenta le hemos cedido casi todo nuestro poder. No deja de ser un medio, una herramienta, a través de la cual intercambiamos bienes o servicios, energía al fin y al cabo. pero, hábilmente, alguien se apoderó de esa herramienta para atribuirse el derecho de su fabricación, de su control, y, con ello, manejó el mundo en casi todas sus facetas.
Con su control aumentó la esclavitud, el mando sobre el trabajo de otros, la compra de voluntades, el servilismo, las desigualdades, la manipulación de la información y la imposición de unos cánones imperantes. Con su control arruina pueblos y forma imperios poderosos. Con su control castiga a los disidentes y compra a los fieles seguidores. Con su control marca las reglas e impone las condiciones de existencia de los otros para continuar ellos ostentando el poder. Un poder basado al fin y al cabo en un papel impreso, nada más.
Que no le llamen “rescate” cuando le dan crédito a un país para supuestamente levantar su endeudada economía, que no le llamen “rescate” cuando les imponen unos intereses con décadas de escasez, de una usura inhumana; cuando les ponen unas condiciones indignas y denigrantes, cuando tienen que malvender su patrimonio y ceder en sus derechos con años de lucha conquistados, cuando les echan de sus trabajos con que alimentan a sus familias o les obligan a trabajar más pero ganando menos. Que no le llamen “rescate” porque eso tiene otro nombre, que es el atropello, el sometimiento, la dominación, la invasión y la esclavitud.
Un ser humano vale por lo que es y no por lo que tiene. Ese es el mayor engaño en el que hemos caído, aceptando la autoridad de un papel que está manchado con sangre, sudor y lágrimas, cediendo nuestro poder natural y legítimo por la prebendas de un papel con bonitas promesas. Un ser humano vale por lo que es, por la riqueza que atesora en su interior, como el respeto, la solidaridad, la coherencia, la honestidad, la integridad, la generosidad desinteresada, el Amor y consideración hacia su prójimo, la dignidad y su obrar con rectitud, justicia y libertad.
Esa Humanidad no tiene precio, salvo que nosotros consintamos en ser vendida por un papel llamado “dinero”.
Ángel .º.