CONSIDERACIONES DE UNA LOGIA SALVAJE (VII)
En este séptimo Consideraciones me gustaría hablar del camino del buscador, pero más concretamente del camino del iniciado. Lo que ocurre, es que el camino del buscador se entiende mejor, en un sentido más general, como aquel que está buscando la verdad, sin entrar en más disquisiciones. No pasa lo mismo con el camino del iniciado, por razones que intentaré explicar.
Si vemos las definiciones que existen de iniciado, por parte de la Real Academia Española, nos encontramos con lo siguiente:
“1.adj. Dicho de una persona: Que comparte el conocimiento de algo reservado a un grupo limitado.
2. Miembro de una sociedad secreta.
Como sinónimos tenemos: afiliado, sectario, adepto o partidario.”
Por su parte, la Wikipedia lo define así:
“1- Dícese de aquella persona que ha comenzado un proceso, especialmente de aprendizaje.
Ejemplo: es un iniciado en la cocina.”
De estas definiciones se puede extraer los arquetipos que hay con respecto al iniciado, relacionado comúnmente con una secta, logia o sociedad secreta. Esto hace que se mire con recelo al iniciado por su carácter minoritario y su secretismo, que separe, más que unir, con el resto de la humanidad, aunque antes que iniciado, también es humano. Ahora bien, una Logia Salvaje, al no estar sometida a una obediencia oficialista, tiene unas connotaciones distintas y más naturales, aunque pueda confundirse con facilidad con otras logias o escuelas de conocimiento.
Podríamos decir que un iniciado de una Logia Salvaje es aquel que ha comenzado un proceso de aprendizaje de un Conocimiento trascendente que puede mejorar y transformar al ser humano y por ende a la humanidad. Como se puede notar, no tiene nada que ver con estudios de cocina, de carpintería o de botánica. Desde este punto de vista, hablaré del camino del iniciado, sin perder más tiempo en derribar arquetipos que condicionan.
En definitiva, podríamos afirmar que un iniciado es lo mismo que un buscador de la verdad, solo que ha dejado de ser el eterno buscador para hacer algo con lo que ha encontrado, trabajando interior y exteriormente para mejorar las cosas. Es decir, un iniciado es ya un encontrador que ha comenzado su proceso de transformación, aunque siga buscando.
En una Logia Salvaje nadie nombra a un iniciado, ni lo necesita, pues éste sabe que lo es desde el momento en que se ha marcado su propósito y comienza su trabajo de transformación y mejora. El iniciado es quien decide libremente comenzar este viaje hacia los puertos lejanos del Conocimiento, pero tan cercanos que están dentro de sí, pues el viaje finalmente le llevará al encuentro consigo mismo, a lo que siempre supo que podría llegar a Ser, y aún más allá.
El camino del iniciado es, ante todo, una aventura, donde impera el descubrimiento y la experimentación, algo que ha decidido recorrer porque siente que debe hacerlo, así que, a pesar de las penalidades y lo largo del camino, debe ser tomado como un disfrute y la satisfacción del que hace lo que quiere y ama. En este aspecto, podríamos decir que es el camino que emprende un niño que ha despertado dentro del tránsito de su existencia para dirigirse al gran Viaje de la Vida, jugando y practicando con las energías, tanto internas como externas. Como niño y principiante que es en cuestiones de la consciencia, tiene que experimentar y equivocarse para poder aprender, pues es la práctica la que irá haciendo al maestro, y nadie es maestro sin hacer antes su trayecto y recorrido.
Iniciado, como su propio nombre indica, viene de iniciar, de emprender, de comenzar, por lo tanto, es el iniciador de ese viaje de liberación que le llevará a romper las cadenas de su propia mente, guiado por la luz de su consciencia y atento a las señales del camino, porque no podemos olvidar que es un camino lleno de peligros, tanto por dentro como por fuera. Los peligros de dentro vienen dados principalmente por su enemigo interior, que es el ego, el cual intentará aprovechar cualquier circunstancia para apropiarse del conocimiento adquirido, pugnando por ser el protagonista y empoderarse cada vez que logre estar al mando. Es por ello que es fácil encontrar personas que gustan del conocimiento, que viven rodeados de espiritualidad, y sin embargo destilan un gran orgullo y arrogancia, pues su ego se ha forjado la idea de sí mismo de estar por encima de los demás.
En cuanto a los peligros del exterior, vienen a menudo de caer en la tentación de criticarlo todo y no estar de acuerdo con nada, creyendo que solo él ve la verdad de las cosas y los demás están dormidos, que lo hacen todo mal y se equivocan, intentando corregir a los otros. Esto provoca una gran desafección con el mundo que le rodea, e intentando ayudar, lo que consigue es alejarse más de los demás y generar un sentimiento de rechazo. Generalmente, es el producto de las energías mal dirigidas y aplicadas, pues sigue siendo un niño en asuntos de la consciencia que quiere cambiar el mundo sin cambiarse antes a sí mismo.
El iniciado tiene que estar, constantemente, haciendo ejercicios de equilibrios, pues es fácil caer en los extremos. La balanza interna de su centro de gravedad debe estar siempre vigilada para que el peso de las luces y las sombras no decanten dicha balanza y lo desvíen del camino. Las luces nos pueden hacer caer en el buenismo y que se aprovechen de nosotros, con el consecuente derroche energético. Las sombras nos pueden hacer decantar por la insensibilidad, cayendo en la desconsideración y la falta de empatía.
Lo anterior, podríamos decir que conforma los primeros pasos que tiene que enfrentar un iniciado, pero incluso a aquellos iniciados más avanzados no dejarán de presentarse retos, pruebas y tentaciones en su caminar, solo que serán más sutiles y peligrosos, pues los disfraces serán más elaborados, más ocultos y difíciles de detectar. Lo bueno es que, a cada reto vencido, a cada prueba y tentación superada, habrá dado un paso más en su expansión de consciencia y la cristalización de su espíritu como cuerpo de enlace con el Ser, se habrá fortalecido.
Todos estos retos y pruebas no son más que el crisol donde se forja el guerrero en la batalla consigo mismo, donde se calienta, se incinera, se funde y se templa las sustancias de las virtudes necesarias, como son la nobleza, la templanza o la integridad, pero también la perseverancia, la dureza y la tenacidad para culminar su propósito. Avanzado este proceso de superación del iniciado, su propósito particular se habrá fundido con el Propósito general y se habrá convertido también en un iniciador.
En todo paraje natural, son las montañas más altas las mayores sirvientes del entorno, pues son las que dan sombra del abrasador sol, ofrecen refugio y cobijo, pero, sobre todo, son las que comparten el agua de la lluvia que se precipita, deslizándose por sus laderas para formar arroyos y ríos que regarán la tierra.
Ángel Hidalgo