Lo imprevisible
Una de las características que destaca en la actividad del ego es su carácter previsible. Como programa que se reproduce a sí mismo, el ego es un automatismo de reacciones que se pueden fácilmente predecir, ya que ante determinados estímulos se obtienen las mismas respuestas. No es por ello sorprendente que cuando decimos que conocemos a alguien estamos refiriéndonos a que sabemos cuáles son sus gustos, sus inclinaciones y sus reacciones habituales.
El ego es predecible porque tiene unos arquetipos implantados, unas creencias, unos condicionantes, unas normas de pensamiento, unos hábitos adquiridos, unas conductas incorporadas y, en general, unos fundamentos inculcados y formados a lo largo de nuestra existencia. Todo ello hace que ante determinados estímulos o circunstancias sean dadas las mismas respuestas o reacciones por parte del programa que lo único que hace es repetir o reproducir la información en forma de impresiones cargada en su interior. En otras palabras, al pulsar las mismas teclas o resortes se produce la misma respuesta.
Esto es fácilmente comprobable para el observador, tanto en nosotros mismos como en las personas del entorno con las que nos solemos relacionar y a las que “conocemos”.
Nada que ver cuando es la consciencia la que está presente y, a través de ella, se expresa el Ser. Entonces las acciones son inesperadas, libres de los condicionantes habituales, fuera de los cauces que moldean y con una chispa de lucidez que esclarece las sombras del momento como un relámpago que se propaga por el vacío. Entonces nos enfrentamos a lo desconocido de instante en instante, a lo nuevo que aparece y desaparece, a la sorpresa inesperada, a lo asombroso que se manifiesta con naturalidad porque forma parte de su naturaleza, a lo imprevisible.
Lo imprevisible es cualidad inherente a la Consciencia del Ser, como en el agua es fluir y como en el fuego es alumbrar. Pues al conectar con ese punto adimensional de uno mismo, fluyen suaves ríos de conocimiento que producen alumbramientos de comprensión… siempre nuevos, siempre mágicos… que renuevan el instante haciendo que no haya otro igual.
La consciencia puede entonces afrontar situaciones similares, con la misma o diferentes personas, y tomar acciones distintas cada vez. No hay mecanicidad, no hay automatismos, lo que hay es consciencia del momento, de las circunstancias, de la octava en desarrollo, de la intención y del propósito que la mueve… Es entonces cuando surge la acción oportuna, la respuesta precisa, el comentario indicado o la no-acción consciente, pues a veces el silencio es la mejor de las respuestas.
Lo imprevisible de la consciencia hace que todo cambie, que se creen nuevas posibilidades de manifestación, que se provoquen nuevos acontecimientos inesperados, al originarse nuevas acciones y respuestas que van rompiendo los moldes acomodados. De tal manera que inclusive se está lanzando una propuesta original y diferente que los demás perciben, y que invita a salir del carril, a correr libre por la pradera rompiendo viejas cadenas e inventando nuevos caminos.
Esta cualidad de la consciencia tiene la facultad de estimular el estado de alerta en los demás, pues advierten de manera instintiva que algo nuevo tienen delante que no se ajusta a los patrones conocidos. Luego podrán estar de acuerdo o no, pero algo les ha sacado de su sueño, de su sopor de adormidera; algo les dice que hay otras miradas, otras formas de ver las cosas, y tal vez incluso se propongan contemplarlas.
A veces nos preguntamos por qué la vida se nos hace tan monótona, tan rutinaria y aburrida, repitiéndose los mismos patrones de sucesos y comportamientos, con esa sensación de entrar en una cansina recurrencia, de vivir una y otra vez lo mismo en ese deambular en círculos sin ir a ninguna parte… Creo que cada uno puede sacar sus propias conclusiones, así como elegir si continuar dándole cuerda al ego con lo mecánico o a la consciencia con lo imprevisible.
El ego es el capullo cerrado, duro y prieto,
la consciencia la flor abierta que recoge rayos de sol,
que los convierte en color, cambiante e inquieto,
y esparce su fragancia con aroma purificador.
Ángel .º.