Sabiduría humilde, humilde sabiduría
Cuando uno se dedica a adquirir conocimientos pero no los integra ni lleva al terreno de la práctica, es muy fácil convertirse en un erudito y ser confundido con la verdadera sabiduría. Diferenciemos para no caer en el error, pues una cosa es vestirse con un traje de lucecitas deslumbrantes y otra muy distinta es brillar con luz propia.
El ego, el yo, la personalidad virtual, puede acumular ingentes cantidades de conocimientos a base de lecturas, de visionar videos, de navegar por la red, de escuchar y de debatir indefinidamente sobre lo que han dicho otros y de las últimas noticias de actualidad. Pero ese atiborramiento de información puede no haber conseguido más que sobrecargar nuestro centro intelectual, dando la impresión de que somos unos trascendidos cuando lo que ha conseguido es engordar nuestro querido ego. Luego, basta que alguien pinche en el lugar adecuado para que nuestro orgullo, nuestro amor propio, o nuestra ira, explote devolviéndonos a la dura realidad.
Uno de las trampas más comunes del iniciado es caer en el orgullo y la vanidad de creerse superiores a los demás que nos rodean por el simple hecho de haber hecho acopio de unos conocimientos que los demás ignoran. El conocimiento es neutro, no nos hace ni mejores ni peores. Ahora bien, cuando uno los integra, los practica y los hace parte de su diario vivir, ya deja de ser simple conocimiento para pasar a ser sabiduría por propia experiencia. Ésa es la diferencia entre un erudito y un sabio.
Y cuando conozcan a un sabio no esperen que esté constantemente hablando sin parar, dando su opinión, deslumbrando con su sapiencia, demostrando su jerarquía. No lo esperen pues lo más seguro es que sea alguien comedido, observador, prudente, con la simpleza de un niño, con una sonrisa franca y abierta, y con una humildad que le sale por los poros de su piel.
El saber te hace humilde, y la humildad te hace sabio. Quien quiera ser sabio, cultive la humildad. Quien quiera ser humilde, cultive la sabiduría. Pues las dos van juntas de la mano y lo que te falta de una te está señalando cuán lejos estás de la otra.
Ángel .º.