“En día domingo, entre las once y doce de la noche, a la luz de la Luna, en una hondonada, procurando no ser visto ni oído por nadie se inicia la ceremonia de invocación a Súrgat. Antes de empezar la evocación deberán barrer y allanar el sitio escogido para que sea fácil el trazado de los círculos. Tomaras un gallo de alas y cola grises y completamente negro del pecho y bajo vientre, y con un cuchillo de mango blanco lo degollarás, pronunciando al mismo tiempo la palabras siguientes: “Recibe, ¡Oh, Súrgat!!”, la sangre de esta víctima que sacrifico en tu honor…”
Este es el comienzo del ritual de invocación a Súrgat, el demiurgo (daimon) de las riquezas. Todo demiurgo como arquetipo de un deseo, sea positivo o negativo, es el encargado de conceder o no tales deseos al hombre, dependiendo para su complacencia, de si el que desea será satisfecho o no con su deseo, pues el trabajo de los demiurgos es mantener la insatisfacción permanente que asegure la firmeza del deseo, deseo que mantiene la esfera revertida para que el control de la humanidad siga en sus manos. Súrgat es el encargado de entregar el deseo de la riqueza que lleva al poder y la codicia; su principal herramienta, como la de todos los demás demiurgos es el ego, por él se manifiestan y trabajan camuflados de pensamientos propios. Cada vez que deseamos desde el ego, invocamos inconscientemente ese deseo, y el demiurgo correspondiente, que conoce nuestro ego, concede o no el deseo, pues si éste es una necesidad que cubre un faltante, no será concedido pues cubriría el deseo.
El poder y la codicia como son manifestaciones del deseo de riqueza, están supeditados a si se obtiene o no lo que se desea, pues si se obtiene tendrán poder, y si no tendrán codicia de tener, así que los extremos de la dualidad del deseo de la riqueza está cubierta por sus propias manifestaciones, que son el producto del centro encargado de manejar el deseo de la riqueza, que es el centro espiritual, pues la riqueza material es un reflejo de la riqueza espiritual, que es el faltante más grande del hombre. El truco está en no desear e intentar descubrir que es lo que se necesita, para que sea entregado por su contraparte, que busca equilibrar la balanza.
La contraparte de Súrgat y el deseo de riqueza, es el demiurgo Sachiel, el arcángel de la abundancia y su día de influencia es el jueves (Júpiter). Según el gnosticismo cristiano, es el que detuvo la mano de Abrahan cuando este se disponía a sacrificar a su hijo Isaac, relatado en Génesis 22:9-12. Debo aclarar que la palabra arcángel, arca (contenedor) y ángel (mensajero) no es la adecuada para identificar a un demiurgo, pues significa “contenedor del mensajero”, es el vehículo que contiene a la esencia del ángel, “mensajero”, el que entrega un mensaje o pedido, pero al no tener una representación más adecuada, la tomaré en estos casos como “arcadem” o contenedor del demiurgo. La abundancia es el don que garantiza que la riqueza no sea un deseo pues ya se dispone de todo, y no es necesario desear para intentar obtener algo que su ego desea. El problema de la abundancia son sus manifestaciones o producto de su proceso, el derroche y la avaricia que cubren los dos extremos de la dualidad. Puede tener abundancia sin tener que desear tenerla, porque sus necesidades siempre están cubiertas por su Ser y sus deseos no tienen sustento en el espíritu, pues su ego ahora no desea sino que quiere sólo lo que su espíritu necesita. Así que la mejor decisión ante el deseo de riqueza o de abundancia, es el equilibrio que le da la necesidad de su EGO (Energía del Grial Omnisciente) de su Ser, que será satisfecha por nuestro SER a través de nuestro Espíritu.
Súrgat, demiurgo de la riqueza, y Sachiel, demiurgo de la abundancia hoy han perdido el deseo de varios humanos, porque ahora conocen sus secretos y estarán atentos a sus trampas y engaños. Mañana, quizás descubramos los engaños de los demás, para que su reinado pierda poder y nosotros ganemos territorio interno y externo que nos robaron con su luz y oscuridad. Nosotros tenemos que llegar a ser nuestro propio demiurgo, tememos que convertirnos en el Dragón de nuestras existencias y dejar la dualidad de los deseos del ego para dar paso a la Trialidad de las necesidades del Espíritu.
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