Hacía tiempo que su mentora le advertía que aún no estaba preparado, que no veía la totalidad, que nada es lo que parece, que todo tiene su tiempo y lugar, pero el aprendiz no llegaba a comprender. Eso llevó al aprendiz a alejarse, cosa común en cierta etapa del aprendizaje donde el alumno necesita reforzar y validar su lugar de Aprendiz, pero el mayor error lo cometió una noche cuando en una reunión intentó demostrarles a sus iguales sus poderes por sobre los demás, subiéndose a su propio pedestal de mago y dándoles clases a sus iguales. Fue entonces donde desafió a un demonio para mostrar sus dones, manejo de energías y poderes mágicos. No terminó de decir la frase desafiando al demonio, cuando todo se salió de control. El aprendiz conoció el infierno en un soplo, y sufrió la peor de las pesadillas, la del hombre muerto que sueña estar vivo sin moverse de su tumba, descubriendo en un instante, que había perdido un universo.
Le llevo dos años recuperar lo perdido y recuperarse completamente de ese encuentro. Dos años de trabajo intenso por ambos lados de la cinta intentando equilibrar los desajustes causados por su soberbia, ignorancia e idiotez. Dos años en solitario, sin dones, sin entrenamiento, sin los consejos de su mentora que cuando se enteró de lo sucedido, solo dijo que no necesitaba más entrenamiento, sino una escoba para limpiar sus propias y ocultas miserias, y que cuando terminara de barrer podría retomar sus estudios nuevamente como Aprendiz. No fue el demonio, no fue su mentora, fue el universo equilibrando la ecuación. Hoy el Aprendiz es un Alto Mago que sabe más por viejo que por diablo y que les recuerda siempre a los nuevos aprendices, que cada uno vive en el universo que quiere vivir y existe en el que puede soportar, pues los límites no los impone el Maestro, sino el joven e inexperto aprendiz.
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