En una escuela privada de los suburbios de la capital, se rompió la bomba extractora de agua. Al revisar el problema se comprobó que hacía falta una nueva perforación. Luego de contratar el trabajo de una empresa perforadora, se comenzó con la tarea de excavación. Yo me encontraba en ese momento curioseando en el lugar por motivos ajenos al mismo y que no vienen al caso. Estaba mirando entretenido trabajar a los operarios, cuando de pronto, toda la maquinaria, incluyendo trípode, motores, caños, cabezal, y parte de las instalaciones, se las tragó la tierra, dejando al descubierto un gran y profundo agujero de dos o tres metros de diámetro, donde se veían unas escaleras rotas por la perforación, que descendían circundando las paredes hacia la oscuridad interior. Una incipiente claridad se percibía al final del pozo, aproximadamente a 300 metros de profundidad. Instintivamente retrocedí, tropecé y apoyándome sobre un árbol levanté la mirada al cielo de un azul ultramar. Una luz brillante, como una estrella, recorría el firmamento cayendo en línea recta verticalmente hacia el horizonte, hasta que de pronto e inesperadamente, cambió su trayectoria con un giro de 90º a un recorrido horizontal, y después de emitir una bruma verdosa y fluctuar como el calor saliendo del asfalto o el motor de un vehículo, se transformó en un avión de línea que siguió normalmente su curso de vuelo, surcando las nubes con su característico sonido de turbinas a la distancia, como si siempre hubiera estado ahí.
Confundido y aturdido, una fuerza extraña e hipnotizante me impulsó a bajar por las rotas escaleras de piedra blanca, ¿mármol?, mientras los operarios intentaban vanamente de detenerme. Sus voces y gritos se fueron perdiendo y apagando a medida que descendía. Cuando llegué al fondo me encontré en un túnel abovedado de unos seis metros de diámetro, prolijamente construido e iluminado con una luz pareja y natural que emitían las propias paredes y que no proyectaba sombra alguna. Su piso de un material que parecía fino mármol, brillaba y reflejaba mi figura como pulcro espejo. Comencé a caminar alejándome del sitio por donde había ingresado, cuando vi gente que venía corriendo con unos extraños instrumentos en sus manos hacia el lugar donde se había producido el derrumbe. Extrañamente no observé que el incidente hubiera dejado escombros en el piso, o de alguna manera habían desaparecido. Me quedé petrificado mientras estas criaturas pasaban a mi lado sin siquiera percatarse de mi presencia. Eran como nosotros, vestidos con unos mamelucos enterizos de colores claros y un extraño símbolo o logotipo en el lado izquierdo de su pecho o en la parte superior de su brazo. Las únicas diferencias físicas visibles que observé, fue que sus manos tenían sólo tres dedos como Yoda, el maestro jedi de Star Wars, y su piel era gris verdosa de un aspecto áspero pero suave como cuero curtido. Me dio la impresión de una piel sintética como plástico o cuerina.
Seguí caminando intentando disimular, cuando me giré para ver que hacían con sus instrumentos, desde un pasillo lateral aparecieron varios militares de aspecto normal, vestidos con ropas de fajina y portando armas reglamentarias largas y cortas, estos si me miraron, pero siguieron su camino hacia el lugar por donde yo había ingresado. No volví a mirar, seguí caminando disimuladamente y llegué, no sé cómo, a una amplia galería del tamaño de un hangar militar, pulcro, ordenado como un quirófano, e iluminado de la misma misteriosa forma. El lugar estaba amueblado con una extraña y desconocida tecnología, donde unos “científicos” manejaban un extraño instrumental virtual, pues no tenía aspecto de ser físico, mientras militares y esas criaturas de tres dedos con mamelucos iban y venían de aquí para allá. De pronto se acercó uno de los personajes de tres dedos, vestido con un traje negro de saco y corbata, con un maletín tipo atache de cuero o funda de notebook. Se paró sobre un círculo en el piso, de color azul eléctrico, junto a uno de esos instrumentos y de golpe aparecieron, rodeándolo, unos aros de luz muy similares a los que se muestran en la transformación de María, en la película Metropolis, pero de color verde. Luego de unos segundos de exposición, salió perfectamente convertido en una persona normal, con sus manos de cinco dedos y su piel humana, se dirigió a una especie de ascensor, o eso me pareció, y desapareció en su interior. Unos tras otros pasaron por el mismo proceso de transformación y salieron supuestamente hacia la superficie, hombres y mujeres que antes no lo eran, ahora caminaban hacia el extraño ascensor de puerta líquida.
Quiero salir, me desespera el que me descubran, y me aterra el pensar que cientos de ellos ahora caminan por las calles sin que nos demos cuenta de su existencia. No puedo utilizar el ascensor, pero pienso que deben haber otros, vuelvo a recorrer el túnel, o tal vez sea otro, no lo sé, son muy similares. Después de un tiempo observo que un militar se dirige a una especie de puerta brillante, parece líquida, como hecha de mercurio. No la abre, sólo la atraviesa como en la escena de Stargate. Decido seguirlo y paso por la puerta, es como atravesar un líquido espeso que impide moverse de forma natural. De pronto me encuentro en el interior de un ascensor normal, de los miles de ascensores que hay en los edificio de cualquier gran ciudad, se abre la puerta y me encuentro en el hall de un enorme edificio, gente que va y viene absorta en sus pensamientos, cosas y tareas, muchos militares vestidos con ropas de oficina, salgo a la calle, miro a mi alrededor, levanto la vista y observo la fachada, estoy en un edificio militar, el edificio **********. Me retiro disimulando y confundido, llego a la acera y leo el nombre de la calle y la dirección, *************. Estoy a más de veinte kilómetros del lugar por donde ingresé.
Volví al colegio pensando en lo sucedido, intentando ordenar las ideas, shockeado y aturdido. Todo estaba en orden, nadie hablaba del hecho, los obreros seguían trabajando en la perforación como si nada, los niños jugaban o estaban en clase y el agujero no estaba y no había ninguna señal de que alguna vez hubiera existido. Todo sucedió en completo silencio. No hablé, no pregunté, me di la vuelta y me fui, nunca más regresé a esa escuela pero sí a las instalaciones subterráneas. ¿Un sueño, una alucinación, una visión, un recuerdo, una historia fantástica, una mentira, un hecho real? Usted decide.