Las normas superlativas no son cuantificables, pues es imposible establecer una cantidad definida desde lo acotado de nuestra consciencia y percepción, cinco, cincuenta, cinco mil, son números del hombre, no de la creación. Pero como somos Seres que habitamos un cuerpo perecedero de carbono, en un espacio matricial virtual tridimensional, debemos adaptarnos y respetar ciertos formatos para comunicarnos, en ellos lo cuantificable es necesario para poner un orden lógico a los sucesos, sean cosas, ideas, emociones, sentimientos o cualquier forma de expresión que utilicemos. La energía de esos sucesos está impregnada de esas normas superlativas y de nuestra propia interpretación de ellas y sus leyes, por tanto esos sucesos no dejan también de ser superlativos para que puedan expresarse en toda forma de vida consciente. Debido a esto, podríamos seguir indefinidamente nombrando normas superlativas con las leyes respectivas por largo tiempo, pero sería intentar conocer el desierto contando los granos de arena que lo forman.
Hoy veremos la quinta y última norma superlativa de importancia, pues estas cinco son suficientes para manejar energías de forma aceptable, sin complicarse con estudios de otras que llevarían años para lograr conocer, comprender y manejar. Primero daremos un repaso de las normas superlativas ya vistas y sus leyes, para eso les dejo un cuadro sinóptico donde se resume lo expuesto hasta el momento. También recomiendo la lectura de los artículos anteriores, energías (I), (II), (III) y (IV), (para el que aún no se ha dado cuenta, el contenido de este último artículo son sus comentarios, que esconden varias NS más). La comprensión correcta de la quinta norma superlativa es fundamental, pues de ella depende que las demás funcionen de la forma adecuada en nuestro universo particular. Comencemos pues al revés de lo habitual, comencemos por el final, pues la Omega, en este caso, es el Alfa de la misma.
En 1791 el científico francés Antoine Lavoisier sentenció su histórica frase respecto a la ley de conservación de la materia: “Nada se crea, nada se pierde… todo se transforma“. Esto dio paso al principio de la termodinámica que dice que la energía no se crea ni se destruye sólo se transforma (primera ley de la termodinámica).
La ley de la conservación de la energía afirma que la cantidad total de energía en cualquier sistema físico aislado (sin interacción con ningún otro sistema) permanece invariable con el tiempo, aunque dicha energía puede transformarse en otra forma de energía. En resumen, la ley de la conservación de la energía afirma que la energía no puede crearse ni destruirse, sólo se puede cambiar de una forma a otra transformándose, por ejemplo, cuando la energía eléctrica se transforma en energía calorífica o luz.
Esta ley de la termodinámica en realidad es una ley de una norma superlativa, por consiguiente adaptable a lo observado transformándose en una falacia del observador, pues la energía se consume y se crea continuamente. Como ejemplo del caso tenemos la energía eléctrica que “alimenta” un bombillo, este la consume y produce nueva energía como luz y calor. La energía eléctrica no se transforma en luz y calor, sino que es la materia prima que el bombillo utiliza para generar su “propia” energía o como las esferas de la imagen que ilustra este articulo y el primero de la serie, que consumen y producen la energía que mueve a las esferas de los extremos. Nosotros somos consumidores y generadores de energía, como lo es cualquier ser vivo de esta tierra, o como lo es cualquier máquina inorgánica también. Este consumo y producción de energía es constante, esto quiere decir que además de producirse sin interrupción, debe mantener una cantidad (x) equilibrada y en continuo movimiento para que el sistema exista y funcione, esto lleva a que la 1ª NS equilibre la ecuación, que la 2ª NS mueva la energía, la 3ª NS la ahorre y la 4ª la consuma y produzca.
Todo este movimiento de energías tiene un costo, todo se paga, pues el pago es el equilibrio de lo que nosotros desequilibramos, un costo en energías que al fin y al cabo forma parte de todo, pues todo es consciencia y energía. De ahí la descripción de mi Nick que dice:
“Morfeo dios de los sueños, el primero de los Oniros, los mil hijos engendrados por Hipnos (el sueño) y Nix (la noche), fue fulminado por Zeus con un rayo en castigo por haber revelado secretos a los mortales a través de sus sueños. La tilde en la “é” de mi Nick Morféo, me recuerda ese rayo, ese castigo divino por revelar ciertos secretos, el costo a pagar por tal osadía, y que algún día me será cobrado.”
Cada acción sea la que sea, desequilibra la ecuación pues consume y produce energía, y ese desequilibrio debe ser equilibrado con el costo que esto produce, pues a mayor consciencia mayor costo, siendo éste directamente proporcional al grado de consciencia del ejecutor, pues el universo supone que ya sabe lo que hace.
Esta quinta norma superlativa, como la primera (Equilibrio) tampoco tiene leyes, pues la misma norma es la ley, y así se convierte el Alfa en Omega y el Omega en Alfa, siendo indiferente cual es el principio y cual el fin, pues ambas actúan indefectiblemente en la creación. Terminamos entonces por ahora esta serie de artículos con la quinta norma superlativa del Costo energético, que dice que: “todo consumo y producción de energía se paga“. Nmc, ncndlqd, iycaum .º.
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