El Origen del Ser Humano
El origen del ser humano, es una de las grandes cuestiones que siempre ha perseguido la ciencia. De niños, la curiosidad queda colmada por la información que nos transmiten nuestros padres. Después en el colegio, aprendemos la teoría del “Origen de las Especies”, que arraiga definitivamente en nuestro sistema de creencias, ya que se nos educa para no cuestionar en absoluto la literatura oficial de los libros de texto. Además, el hecho de que lo aprendido coincida con la explicación original que recibimos, consigue reforzar la idea al punto de grabarla en el inconsciente.
No obstante llegado el abandono de la niñez, y con ella la ingenuidad e inocencia, puede el buscador encontrar literatura científica que propone serios interrogantes a la famosa teoría de Charles Darwin, El Origen de las Especies.
En definitiva nada más que una teoría, que pretende explicar la evolución mediante la llamada “selección natural”. Redactada por Darwin en 1859, fue complementada a principios del siglo XX con la hipótesis de Oparin-Haldane, teoría que explica el origen y evolución de las primeras células a partir de la materia orgánica del medio acuático, producto de la síntesis abiótica de los compuestos presentes en la atmósfera primitiva de la Tierra, la cual estimaron que debía ser muy diferente de la actual y carente de oxigeno… Una vez que la vida salta al medio terrestre, las diferentes especies de seres vivos evolucionan por selección natural.
A esto habría que añadir lo que viene postulando la síntesis moderna, y es que la variación genética de las poblaciones surge por azar mediante la mutación.
Existen otras teorías, aunque más bien serían variaciones de la aceptada, como pueda ser la del “diseño inteligente”. Si bien los detractores la tildan de religiosa, sus defensores lo niegan, aún a falta de explicación científica. Resumiéndola, viene a decir que tras un diseño tiene que haber un diseñador.
Desde luego habría que considerar, y esto es observable por cualquiera, que la naturaleza es la máxima expresión de la eficacia. En un ecosistema cualquiera, todos los procesos biológicos se desarrollan y confluyen armónicamente bajo la premisa de un uso mínimo necesario de los recursos para una máximo rendimiento. En la naturaleza nada sobra y nada se desperdicia.
Sirva como ejemplo la sucesión de Fibonacci, una secuencia de números presente a cualquier escala en el universo. Observemos la disposición de las ramas de los árboles, las semillas de las flores, las hojas de un tallo, la forma de los huracanes e incluso de las galaxias. Como vemos, las matemáticas están presentes en la creación, otorgando lógica y eficiencia a cualquier fenómeno natural. Estos ejemplos descartan el factor azar y por ende, caótico de la síntesis aceptada en la explicación del origen del ser humano. Aún más, sería poco riguroso considerar que somos fruto de la casualidad de una mutación genética.
Afirmar que la evolución puede explicarse completamente es una afirmación muy atrevida. Todas las teorías científicas no dejan de ser meras conjeturas. Veamos algunos problemas que presenta la teoría de la evolución de Las Especies:
No existen indicios geológicos de que el llamado “caldo prebiótico” haya existido. De hecho, comienzan a mostrarse marcadores de oxígeno en la atmósfera terrestre primitiva. Por tanto, no pudo estar compuesta por los materiales propuestos por Oparin, Haldane, y otros.
El oxigeno habría destruido estos químicos prebióticos al reaccionar con ellos. Cada día se hace más evidente que la noción del “caldo primigenio” resulta una hipótesis inverosímil.
Tampoco se ha comprobado que la materia inerte pueda transformarse en vida por medio de “procesos naturales”. La teoría de la evolución viene a decir que lo simple se tornó complejo, que los químicos inertes formaron biomoléculas por pura suerte y de ahí evolucionar a células vivientes con ADN y ARN, estructuras de gran complejidad y funciones.
La teoría del origen de las especies presenta un cúmulo de inconsistencias. Centrándonos en el origen del ser humano, provenir del mono no explica de dónde surge algo fundamental y que nos diferencia esencialmente de los simios: la conciencia.
Otra cuestión sería de índole genética. Tanto las células de los primates y los simios contienen 24 pares de cromosomas. Si fuera correcto que los humanos compartimos ancestro, deberíamos tener el mismo número de cromosomas, pero sorprendentemente las células humanas contienen 23 pares. Esto sucede porque el cromosoma nº2, el segundo más grande de los cromosomas humanos, toma su forma de la fusión de dos cromosomas de tamaño medio. Los defensores de la teoría de Darwin lo atribuyen a una mutación, nuevamente producto de la casualidad. Sin embargo este asunto resulta más que cuestionable, ya que una de las funciones de los telómeros de los cromosomas es la de impedir que se fusionen entre sí.
¿Pudo romperse por azar un telómero a causa de una mutación y esa rotura propiciar la fusión? Otra vez el recurso de la casualidad para explicar lo inexplicable. ¿Acaso también es fruto de la casualidad la ausencia de la proteína Rhesus en buena parte de la población humana y que a diferencia de los macacos, resulta determinante del conocido Factor RH sanguíneo?
Además, sabiendo ya que la naturaleza no desperdicia recursos, ¿cómo han podido considerar “basura genética” a la mayor parte del ADN humano?. Un grupo de investigadores dedicados al Proyecto Genoma, afirmó recientemente que el 97% del ADN humano contiene el código genético de formas de vida extraterrestre. Las secuencias no codificadas, conocidas como ADN basura, fueron descubiertas y su función sigue siendo un misterio.
Tras efectuar un análisis completo con la ayuda de otros científicos, el profesor chino Sam Chang, se preguntó si el ADN basura fue creado por algún tipo de programador extraterrestre. Acerca de estas piezas de rompecabezas que forman parte indiscutible del ADN, observó formaciones de venas, arterias, e incluso un sistema inmunitario capaz de ofrecer resistencia a los medicamentos anti-cancerígenos.
El profesor Chang también destacó: “Nuestra hipótesis es que una forma de vida extraterrestre superior se ocupó de la creación de nuevas formas de vida en múltiples planetas. La Tierra es sólo uno de ellos. Tal vez, fuimos creados al igual que nosotros creamos bacterias en los laboratorios. Probablemente estos programadores extraterrestres sesgaron a conciencia el Gran Código entregando únicamente las características básicas previstas para la Tierra.”
Según afirma el profesor Chang, lo que vemos en nuestro ADN es un símil informático formado por dos versiones, un código base y El Gran códigO y puntualizó que tarde o temprano la humanidad enfrentará la idea de que la vida en la Tierra porta códigos genéticos de nuestros primos extraterrestres y que la evolución no sucedió de la manera que pensamos.