Siempre he hablado de los buscadores de la verdad, o de la verdad como medio de liberación, y escucho y leo la palabra verdad expuesta en distintos escritos y contextos, pero ¿Qué es la verdad? Por lo que puedo observar hay una gran confusión al respecto. En el origen mismo de la palabra “verdad”, si analizamos su etimología según el griego, el latín y el hebreo, podemos encontrar distintos significados que dan diferentes sentidos a su interpretación. Se trata de tres sentidos diferentes (descubrimiento, exactitud y certeza) que están presentes y constituyen el origen del término verdad consolidado por la tradición europea.
· El latín utiliza el término veritas que se refiere concretamente a la “exactitud y el rigor en el decir”. Verum es “lo exacto y completo“. Veritas hace referencia directa al decir, matiz que recoge la palabra castellana “veracidad”, que se opone a “mentira” o “engaño”.
· En hebreo la palabra emunah expresa la verdad en el sentido de confianza o “certeza” de que se cumpla algo que esperamos, o que sea así.
Como observarán podemos tomar a la verdad como una palabra que amalgame los sentidos de descubrimiento, exactitud y certeza como uno solo, y que resuma el alma del término. El problema radica en la manera en que usted emplea dicha palabra. Si está dentro de los parámetros aquí expuestos, es muy probable que su búsqueda llegue a buen término, pero si el sentido de la búsqueda de la verdad está orientado sólo a una, a lo trascendental, ahí tenemos un problema, porque la verdad en el sentido general no pertenece a esta dimensión. Hay tres tipos de verdades posibles, y todas ellas valederas, la primera es la verdad subjetiva perteneciente a los acontecimientos de la realidad subjetiva, (descubrimiento). La segunda es la verdad individual, la que le corresponde a usted en particular, en este momento y en esta dimensión tridimensional, y por la que se tiene acceso por medio de la consciencia del ser, (certeza), y la tercera la verdad general, la trascendental, perteneciente al “Do”, (exactitud). Esta última es la misma consciencia del “Do”, y sólo se puede tener chispazos de luz sobre ella, pues es tan incomprensible en nuestro actual estado como un cuerpo tridimensional lo es para uno unidimensional. Esta verdad es intransferible pues se diluye en cuanto se nombra y pierde todo sentido. Es tan sutil que las palabras no sirven, pues su transmisión y recepción sólo puede ser procesada por el centro espiritual superior, no funcional en esta dimensión. Lo más cercano a ella es aquella transmitida por la “consciencia del ser”, por eso siempre digo que ni yo ni nadie puede transmitirle la verdad, y que solo usted puede llegar a ella, porque se encuentra en su interior, en el centro de la esfera de consciencia donde se encuentra el “ser”, esa pequeña partícula de individualidad divina que lo distingue, y lo enlaza con la fuente. No hay otra forma posible de acercarse a la verdad que no sea por usted mismo. Lo demás es solo una guía, un faro que le marque el rumbo en el mar de la ignorancia. Pero el camino hacia ella es suyo, nada mas que suyo, individual y solitario, que lo llevará si lo recorre correctamente al puerto seguro de su verdad, tan válida como la mía o la de cualquier otro, porque es la que le corresponde a su “ser” y que forma parte de la verdad general del “Do”.
En este espacio encontrará parte de la verdad subjetiva, y atisbos de la verdad general a través de mí verdad individual, pero no encontrará su verdad individual, ésta solo la encontrará usted cuando logre revertir la esfera de consciencia y usted sea el “ser-humano” y no la unidad de carbono humano buscando una verdad que no le pertenece. El Cristo dijo, la verdad los hará libres. Y yo agrego, libres de ustedes mismos.