POR UN SISTEMA HUMANO
Es de común conocimiento que vivimos en un sistema injusto y opresor. Un sistema que beneficia a los poderosos y perjudica a los débiles, que condena a las clases bajas a vivir en la mediocridad y en la incertidumbre mientras una pequeña élite goza de unos privilegios sustentados por el trabajo de todos. Un sistema que nos confina al sometimiento de unas leyes, nos esclaviza a unas exiguas condiciones de existencia y nos empuja a una competitividad inhumana para poder sobrevivir.
Combatir contra ese sistema es una tarea titánica, donde una y otra vez tropezamos con sus piedras y nos topamos con sus muros. El sistema se protege a sí mismo, sus leyes lo amparan, sus jueces dictaminan y sus fuerzas de seguridad ejecutan, Todo está bien atado, sus puertas bien cerradas y sus caminos vigilados. Incluso nosotros, el mismo pueblo que lo padece, nos convertimos a menudo en nuestros peores enemigos, pues, aunque nos cueste creerlo somos parte del sistema y terminamos enfrentados unos con otros, fragmentados y divididos, mientras el sistema prosigue su agenda y apenas se resiente, fuerte y orgulloso.
Todo está a su favor para sofocar cualquier disidencia o rebelión, cualquier protesta o desacato, con sus leyes, con sus jueces y con su policía. Cualquier movimiento, organización o asociación subversiva simplemente será tolerada mientras no crezca demasiado, pero si consideran que es una amenaza será neutralizada, controlada, manejada, conducida o corrompida desde dentro para que no llegue a buen puerto.
A pesar de todo en una cosa se equivocan, y es que el ser humano puede parecer sometido, encadenado, sojuzgado, pero no está acabado. No habrá sido derrotado mientras en su pecho aún albergue y palpite sus ansias de libertad.
Combatir contra ese sistema es una tarea titánica, pero crear un sistema nuevo, más justo, libre y verdadero, no solo es posible, sino que puede que sea la mejor manera de tumbar al viejo sistema. Es decir, no luchando contra el viejo sistema, sino alimentando a uno nuevo que lo sustituya, pues no es lo mismo esforzarnos en romper muros que apenas se resienten y terminan siendo reforzados, que dirigir nuestra energía hacia lo que realmente queremos construir. Los muros se desmoronan cuando nadie los mira, se caen solos cuando no tienen a quien contener, y se convierten en inútiles montones de piedras cuando nadie los usa; mientras que aquello a lo que le prestamos atención, energía y esfuerzo crece y prospera por encima de lo demás.
Es mejor crear y apoyar leyes justas que luchar contra todas aquellas que no lo son. Es mejor crear una política por y para el pueblo que intentar cambiar la ya existente. Es mejor crear y alimentar una economía verdaderamente Humana que intentar derribar toda la ya instalada. Es mejor crear un nuevo paradigma, que contenga una educación, un trabajo, una salud y unos servicios básicos más Humanos, que quejarse del que tenemos. Y, en definitiva, es mejor crear y construir la idea de un nuevo sistema basado en los valores de Humanidad, que contemple a todos sin excluir a nadie, que sirva al pueblo y devuelva el poder al pueblo.
Puede que ese nuevo sistema en principio se base solo en una Idea, en un diseño que luego hay que llevar a la práctica, pero todo cuanto existe primeramente lo fue, y cuando la idea toma la suficiente energía y entidad termina siendo una realidad, emergiendo con la suficiente fuerza como para llegar a manifestarse por encima de las demás que caerán por obsoletas, injustas y arbitrarias.
Angel Hidalgo