En el siglo XVIII, más precisamente en 1745 en Leyden, Holanda, el físico Pieter van Musschenbroek, que trabajaba en la Universidad de Leyden, experimentando con las cargas eléctricas sobre los animales y personas, efectuó un experimento para comprobar si una botella llena de agua podía conservar cargas eléctricas. Esta botella, llamada posteriormente botella de Leyden, consistía en un recipiente de vidrio con un tapón, al cual le atravesaba una varilla metálica que quedaba sumergida en el líquido. La varilla tenía una forma de gancho en la parte superior al cual se le conectaba una cadena o conductor cargado eléctricamente. Para ello se sostenía la botella en una mano mientras la carga procedente de un generador electroestático era conducida hasta el agua de la botella por medio de la cadena o conductor.
Durante la experiencia, después de finalizar el experimento, uno de sus asistentes, Andreas Cunaeus,, trató de desconectar la cadena del agua que contenía la botella, y recibió una fuerte descarga al aproximar su mano a la varilla que sostenía la cadena, sufriendo una sacudida eléctrica que lo dejó inconsciente. Aunque no tuvo la trascendencia que obtuvo Musschenbroek, el inventor alemán Ewald Georg von Kleist, el 10 de Octubre de 1745, desarrolló simultáneamente en Alemania el mismo aparato (botella de Leyden), con un experimento que obtuvo resultados extrañamente similares en acontecimientos y sucesos. Actualmente existe un desacuerdo sobre quién fue el verdadero inventor de la botella de Leyden, la cual pasó a la historia como uno de los grandes descubrimientos de la ciencia. Podemos resumir y definir entonces a un capacitor, como un dispositivo que almacena cargas eléctricas para luego entregarlas cuando se necesitan.
Durante la experiencia, después de finalizar el experimento, uno de sus asistentes, Andreas Cunaeus,, trató de desconectar la cadena del agua que contenía la botella, y recibió una fuerte descarga al aproximar su mano a la varilla que sostenía la cadena, sufriendo una sacudida eléctrica que lo dejó inconsciente. Aunque no tuvo la trascendencia que obtuvo Musschenbroek, el inventor alemán Ewald Georg von Kleist, el 10 de Octubre de 1745, desarrolló simultáneamente en Alemania el mismo aparato (botella de Leyden), con un experimento que obtuvo resultados extrañamente similares en acontecimientos y sucesos. Actualmente existe un desacuerdo sobre quién fue el verdadero inventor de la botella de Leyden, la cual pasó a la historia como uno de los grandes descubrimientos de la ciencia. Podemos resumir y definir entonces a un capacitor, como un dispositivo que almacena cargas eléctricas para luego entregarlas cuando se necesitan.
En el estudio y manejo de las energías, es fundamental primero conocer ciertos procesos y sistemas internos de la unidad de carbono, para luego proceder a su manejo y desarrollo, logrando movilizar primero las energías más fundamentales y después ir avanzando hasta el manejo de las energías más profundas y sutiles. Como habrán apreciado, si “leyeron” correctamente el escrito de Cemec333 del artículo anterior, pareciera que hay cierto tipo de energías que la UdC puede economizar o desperdiciar según sea el caso. Estas energías que yo llamo “energías de arranque” (Ea) porque son las utilizadas primordialmente para que la máquina (unidad de carbono) arranque y funcione, son las energías más toscas, las de la primera destilación, las que se usaron para cargar la botella de Leyden. Igual que en el experimento de Musschenbroek, las cargas energéticas son acumuladas en nosotros en “aparatos internos” o Bio-Capacitores (BC), que Gurdjieff llamó en su momento, acumuladores, pero que prefiero llamar capacitores, por sus características, funciones y capacidades, que sobrepasan las de un acumulador o batería. Podríamos decir que la UdC es un capacitor formado por una serie de capacitores pequeños, cada uno alimentando a un sector o componente de la máquina. Un capacitor central, mayor o principal (Cp) y una serie de capacitores periféricos, menores o secundarios (Cs) conectados al bio-capacitor central (BC) por medio de canales nerviosos.
En el artículo la cinta de Moebius dije: “…Este proceder me llevó a convertirme en un autodidacta sin el condicionamiento de la enseñanza tradicional. Una de las cosas que observé gracias a esto, y que era norma inviolable en la naturaleza, era la conservación de la energía. Ningún organismo usa más que la necesaria y sin embargo funciona correctamente y evoluciona de forma natural. Esto me llevó a pensar, ¿No sería entonces la clave, en el ser humano, la acumulación de la energía para un uso posterior determinado?…”, y de aquí partiremos para comprender el funcionamiento de los capacitores internos. La ubicación de los mismos es ahora irrelevante, pero necesariamente es fundamental comprender como funcionan, y para ello tenemos que remitirnos al artículo el secreto de las octavas (I) “…La octava también tienen una participación importante en el proceso de producción de energía en la unidad de carbono, los alimentos comida, aire y sensaciones o impresiones, carbono(C), oxígeno(O) y nitrógeno(N), “choque”, que producen la energía hidrógeno(H) de base (x), trabajan directamente con las octavas, por eso manipulando la octava se puede bajar o subir el octanaje (x) de la energía producida…”, y en el secreto de las octavas (II) “…La energía producida por las emociones del choque es percibida por la unidad de carbono como impresiones, estas son procesadas por el centro emocional y se combinan con el oxígeno (Ox) y el carbono (Cx) que tienen una energía inicial de hidrógeno (Hx), estos producen un nitrógeno (Nx) cuyo octanaje es modificado por la impresión recibida que se combina con la octava en curso, y logrando en este caso, bajar la calidad de la energía (octanaje) hidrógeno (Hx) final. La unidad de carbono digamos que “vibra” a una frecuencia (Hz) más baja de la que debiera por el hidrógeno (Hx) producido de baja energía, funcionando ineficazmente y lista para ser manipulada…”, que recomiendo volver a leer. Luego de este proceso ya explicado en su momento, la energía (octanaje) del hidrógeno (Hx) final, es acumulada o guardada en los acumuladores en forma de nitrógeno (Nx) para ser utilizado cuando haga falta.
Estos acumuladores son los encargados de alimentar con energías las funciones físicas, pero también de proveer a otro tipo de componente, que son los encargados de la “destilación energética”, para sustentar las funciones mentales y el correcto funcionamiento de los centros de control. Un ejemplo del uso automático del centro motor de estos capacitores, es cuando se realiza una exigente actividad física, en un momento de esta continua labor, se pierden todas las fuerzas y el cansancio nos vence, si en ese justo momento, se realiza un esfuerzo extra de voluntad, de golpe se sentirá que se recuperan todas las fuerzas como si recién se comenzara con la tarea, esto durará por un tiempo limitado, suficiente para terminar la actividad iniciada, luego será imposible recargar nuevamente la energía si no se descansa. Lo que sucede es que el capacitor pierde toda su carga, consumida por la extenuante labor, y por un momento es recargado de nuevo por el capacitor central, absorbiendo la energía de los demás capacitores, para recargar el capacitor vacío que exigía el esfuerzo extra, interpretando que es una cuestión límite de supervivencia, y logrando en algunos casos y por unos instantes, capacidades super-humanas.
Si se desperdicia la energía en cosas triviales, sean físicas o mentales, se está limitando la capacidad del cuerpo, de utilizar esas energías sobrantes en mecanismos de destilación, para producir un octanaje superior que pueda ser utilizado en procesos energéticos más sutiles. Esto nos lleva nuevamente a la cinta de Moebius teniendo ahora sentido lo expuesto en su momento, “…Lo que no pude prever fue que la energía acumulada se direccionaba naturalmente a la esfera de consciencia. Sin darme cuenta estaba alimentando la consciencia del “ser”. No había que buscar un momento indicado porque no existía, automáticamente la energía era usada donde correspondía. La luz se fue dando como el amanecer, no era necesario ningún esfuerzo, ninguna receta preestablecida, ningún confuso trabajo interior más que el de estar atento. Los centros superiores se fueron activando y la comprensión fue natural, sin esfuerzo, sin intelectualización, solo se comprendía, se sabía, como sabe un pájaro como construir su nido o emigrar en invierno, como sabe una planta como florecer en primavera. El espíritu se manifestó, y aunque la consciencia del Ser no era total, transmitía la información de forma correcta, y la duda dio paso a la certeza. Comencé a recorrer el camino de la cinta de Moebius, lo que decía el espíritu tenía que estar reflejado en la materia, y lo que reflejaba la materia tenía que estar avalado por el espíritu. Fue fácil discernir entre la paja y el trigo, la ilusión y la realidad, la verdad del hombre y la verdad del “Do”. Los opuestos se fusionaron, los polos se invirtieron, la verdad particular pasó a formar parte de la verdad colectiva, y la verdad colectiva parte de la verdad del “Do”. Todos teníamos la verdad, porque era particular de cada uno y general a la vez, cada uno tenía la verdad que quería y debía tener, y todas ellas eran valederas para su universo. Porque era la que le correspondía, la horma de su zapato, su bosón de Higgs particular...”
Si pueden comprender, mejor dicho, sentir, estas energías de las que hablo, será el primer paso para comenzar a sentir las energías de lo que callo. Todo está en ustedes, en sacrificar lo que no sirve pero gusta, para adquirir lo que sirve pero disgusta, el compromiso de la responsabilidad de sus pensamientos, palabras y actos ante ustedes y los demás.
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