Como ya sabrán este Administrador y DDLA está en modo reposo y con un formato nuevo hasta el año próximo. Durante este periodo distendido y diferente, se irán renovando y publicando de forma aleatoria algunas cosas hasta que volvamos al ritmo y cadencia de información y artículos de siempre. Nuestro universo es muy variopinto, pues los lectores y miembros de DDLA también son creadores de contenido y muy buenos, por cierto, así que, es un buen momento para compartir de forma más seguida lo que ellos hacen en silencio, sumando así, otros contenidos al propósito de DDLA. Planchas, cuentos, historias, experiencias y cientos de cosas más que comparten los lectores con este administrador y que por lo general no hay mucha oportunidad de publicar. Hoy veremos un cuento y una experiencia, que seguro los atrapará. Que lo disfruten.
TICTÚC
Tictúc estaba entre los matorrales del bosque de Dadilaer donde lo encontró el pequeño duende Aritnem. Éste era un gran experto en crear ilusiones, engaños y artefactos seductores para las personas incautas que pasaban por esta espesura.
Aritnem cogió a Tictúc con tremenda rabia, un humano lo había tirado, víctima de la tiranía que imponía. Sí, Tictúc era un artilugio mecánico en forma de esfera, tenía números y dos manecillas que iban marcando las horas y el tiempo que los hombres tenían para hacer sus tareas a lo largo del día.
Tictúc estaba destrozado, con los números amontonados en la parte baja de la esfera y las manecillas rotas, producto del impacto contra el suelo, cuando el hombre en un acto de voluntad irrefrenable lo arrancó de su muñeca; con este gesto sintió una gran liberación, como si una pesada mochila cayera de su espalda y el velo la ilusión y la mentira se apartara de su mente; comenzando a recordar otros tiempos que lo llevaron a su infancia, cuando él era un pastorcito y llevaba a las cinco vacas de la señora Olensson a pastar.
No sabemos si eran las vacas que lo llevaban a él o era él quien conducía a las vacas. Pero en aquellas altas montañas y verdes prados del norte siempre encontraban el mejor pasto.
Allí, inmerso en la naturaleza se sentía parte del Todo, a la vez tenía la extraña sensación de haber venido de otra parte del Universo y que estaba aquí, en este mundo, como de paso…
Durante la jornada, se tumbaba en la hierba y contemplaba el paso de las nubes y el canto de las aves del hayedo cercano, se sentía plenamente integrado con la Naturaleza y su entorno; si mantenía su atención podía escuchar el sonido y el ritmo de la Tierra con sus crescendos y sus silencios, componiendo en definitiva la melodía del Universo. Era inmensamente feliz sin darse cuenta.
La posición del sol en el horizonte marcaba en el pastor y en las vacas el momento exacto de regresar al establo. Una vez limpias y ordeñadas, volvía a su casa y después de cenar a la luz de un candil, se acostaba a soñar con éste y otros mundos.
Tiempo después y siendo ya aprendiz de panadero, su padre le puso un despertador en la mesilla de noche para que nunca llegara tarde al trabajo. Era un estruendo cuando aquel artefacto empezaba a sonar, marcando la hora de levantarse. Al final se acostumbró y olvidó que de niño no necesitó nunca de semejante máquina.
Más tarde ahorró un poco de dinero, bajó a la ciudad y en una tienda llena de llamativos artículos de regalo, compró un reloj de pulsera y lo colocó en su brazo, así sabría siempre a qué hora tenía que hacer sus tareas, incluso le marcaba la hora de comer y de dormir; siguió con este ritmo marcado por el reloj hasta que su mente y su cuerpo no pudieron más. Lo tiró al pasar por el bosque de Dadilaer.
Aritnem llevó a su taller el destrozado reloj, con sus herramientas y sus maleficios lo reparó, dejándolo más atrayente que antes, con pequeños diamantes incrustados en la esfera; así mantendría al siguiente incauto en la ilusión de la realidad.
Tictúc relucía de nuevo en el escaparate de la tienda de regalos e ilusiones, esperando pacientemente que alguien lo comprara para marcarle por siempre las horas. Tic-túc, tic-túc, tic-túc, tic-túc ….
FIN
Carmen Talavera
EL ENCUENTRO
07 de noviembre de 2021 07:00 hs aprox.
Estoy ingresando a un edificio que posee un estacionamiento propio y su entrada se sitúa a la vuelta donde hay varias puertas transparentes como de metal y vidrio que dan a una calle poco transitada, veo a dos o tres personas pasar cerca mío cada uno en lo suyo y en silencio, todo parece tranquilo y si bien estoy esperando algo que no se bien que es, a su vez sé muy bien porqué estoy allí, voy vestido de manera normal como si de este mismo clima primaveral se tratase, llevo algo en la mano derecha como un anotador o una agenda, no más que eso.
Desde mi derecha y proveniente de las puertas de acceso interiores del estacionamiento se acerca hacia mí una persona vestida con saco azul y pantalón gris o azul oscuro su camisa es blanca sin corbata, es el mismo Führer el que se acerca hacia mí, pasa caminando a mi lado con sus manos hacia atrás tomadas entre sí, él no ha cambiado, es el mismo que conocemos por las fotos del año 1939 es decir antes de la guerra donde el gustaba pasar muchos momentos vestido de civil, su cabello continua abundante y negro, su aspecto es normal de un adulto joven, sus ojos claros solo transmiten sabiduría, sin emociones desbordantes desde el equilibrio interior.
El primero que habla soy yo y lo saludo con respeto, pero desde mi corazón.
…” Führer!! ¡¡¡Dios mío que alegría que honor para mí !!! no sabe cuánto lo necesitamos, ya no aguantamos más, quiere saber para quien trabajo, como me gano la vida…trabajando para el enemigo, todos los días voy con un nudo en la garganta pensando sin poder evitarlo en el mundo que pudo ser.
Creo que mis emociones se desbordan como nunca antes y me doy cuenta de ello sin poder controlarme ni bajar el tono de mi voz que iba incrementándose, si bien no es la primera vez que lo veo, esta vez probablemente esté más débil y algunas lágrimas comienzan a salir de mis ojos.
El solo me mira con ternura de padre y consciente de mi error al parecer que intentaba reclamar o exigir algo guardo respetuoso silencio.
Voltea su mirada hacia el parque cercano y con voz grave y suave me dice.
…”he venido por ustedes, no estoy solo, la victoria es interior y luego se extiende y comparte a los demás” …
No dice más, como si no pudiera decir más, solo me mira mientras una niebla me rodea haciendo desaparecer el entorno.
Ahora desde mi vigilia mi corazón se ha tranquilizado y doy las gracias.
Eugenio García.