Cuando uno busca la verdad, luego de mucho andar se da cuenta que la verdad no esta fuera sino dentro de uno, es entonces donde comienza un camino muy particular cuyo comienzo y fin es uno mismo, yo lo llamo “el camino de la cinta de moebius”, pues uno recorre simultáneamente dos universos o realidades que se unen en uno solo, el exterior y el interior, la realidad subjetiva y la realidad general. En ese universo particular la consciencia va tomando forma y expandiéndose poco a poco acercándose al “ser” que se encuentra en ese punto de quietud esperando ser encontrado nuevamente. Cuando es hallado tan solo por uno de los infinitos puntos de consciencia de la esfera, el primer acto consciente se manifiesta y ya nada es igual a lo que era.
Ese acto consciente es el que define todos los actos posteriores, porque es el primer acto que no fue decidido por el ego, es el primer acto decidido por el “ser”, y su pequeñez refleja su grandeza ante el universo. El primer acto consciente es un acto de amor desinteresado, cuya energía atrae la atención de todos los demás puntos, preguntándose ¿que pasa? La esfera de consciencia todavía no está revertida, pero más y más puntos se van uniendo a la cruzada queriendo sentir y compartir esa energía sanadora. En el momento en que el primer acto consciente se produce, comienza a manifestarse el espíritu, su formación está en proceso desde el momento en que se comienza la búsqueda, sin él no se podría llegar a encontrar al ser, pues es el cuerpo de enlace, la brújula que guía en las aguas de la ignorancia el camino hacia su encuentro. Cuando el espíritu se manifiesta, el ser habla, pues se ha callado todo sonido del ego, es entonces cuando la verdad comienza a surgir, cuando el velo de la ilusión se rasga, cuando nadie más puede engañar al ego porque el “ser” toma el mando, cuando mirando a los ojos a alguien sabe realmente quien es, cuando las palabras justas salen de su boca cuando es necesario, cuando puede discernir correctamente entre los opuestos, cuando sabe cosas que nadie le enseñó, cuando comienza a ser “Humano”. Ese primer acto consciente es “perdonarse” a uno mismo. El perdón divino, el acto de amor más pequeño y grande a la vez. Yo me perdono de toda culpa, errores y sufrimientos porque no fui consciente hasta este momento de mí mismo. Es la extrema unción del ego y el bautismo del “ser”, es lo que le ocultaron por siglos las religiones escondido entre los misterios, porque desde ese momento ninguna institución o representante es el intermediario, porque usted es dios manifestándose, claro está que es sólo un bebé llorando, todavía no sabe pedir ni hacer, pero ya sabe que “es” más que una simple y manipulable unidad de carbono, porque ahora tiene acceso a la “consciencia del ser” que lo guiará por aguas calmas hacia el puerto seguro de la verdad. Nunca más estará solo aunque este solo, porque el ser atrae al ser y la soledad es terreno del ego, y desde ese momento el programa ego deja de funcionar como funcionaba y comienza a responder a la consciencia del ser.
El primer acto consciente no es voluntad del ego, es manifestación del ser, y sólo sucede cuando se accede a él, y su expresión es inconfundible, pues su energía es procesada sólo y exclusivamente por el centro espiritual y su producto final es otra energía, el amor. A partir de entonces tienen la materia prima para obtener el código de activación de los sentidos cuánticos, y su camino hacia la libertad marcado para siempre con el ADN de la creación, la consciencia del Ser. Solo queda recorrerlo.